Mi esencia de sumisión a ti está marcada por mi deseo de servirte. Puede que mi cuerpo no sea el más duro ante tus sádicas diversiones, aun así intento complacerte hasta en la más pequeña de tus necesidades, en cada uno de tus vicios y perversiones, en tus imposibles más deseados, en tu quehacer cotidiano.
Es en este último aspecto donde más valor encuentro a mi entrega, donde más esmero y dedicación me nace, donde más feliz me siento de ver la satisfacción en tu rostro. Cada cierto tiempo lo reviso, lo replanteo y lo pruebo.
Haciendo memoria, recuerdo mis favoritas, tus esenciales:
Cuando llegas del trabajo y el cansancio y los dolores de un día que parecía ser interminable te aquejan. Te desnudo con delicadeza, besando y acariciando tu cuerpo. Haciendo que se relaje y te llevo con cariño hasta el baño, donde te espera todo hecho, tu ropa de andar por casa, las velas, la música, el perfume del incienso. Quieras mi compañía o no a tu lado, sé que cuando salgas del baño tendrás una sonrisa de satisfacción por haber eliminado casi por completo tu estrés.
Hay que ser más listos que el hambre, anticiparse a los deseos de la persona por la cual te desvives, sin que se dé cuenta. A veces requiere sutileza, por eso en una de tantas veces anoté mentalmente tu comida favorita, y esa noche pudiste saborearlo sin un solo esfuerzo.
Cada vez que sé que buscas un cigarro, soy quien lo coge primero y lo enciende y lo deposita en tus labios, incluso antes de tomar uno para mí.
Durante la sobremesa una vez estamos acomodados y amodorrado, me aparto de tu lado con cierta desgana y besándote voy a la cocina. En una bandeja dispongo una copa con tu bebida favorita, colocándola en tu regazo para acomodarme yo y luego verte disfrutar.
Y finalmente, terminas en mis brazos, el sueño ha vencido y yo te sigo protegiendo y sirviendo entre ellos, acariciando tu piel, tu pelo… Disfrutando de verte dormir sin ninguna preocupación ni signo de agobio, solo la más pura y sencilla felicidad fruto de mis cuidados hasta en el más pequeño de los detalles.
¿Por qué tanto esfuerzo? Sencillamente porque nace de mi complacerte, porque te adoro.
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