Dulce e inocente niña que todo lo miras con tus grandes y curiosos ojos, tocando cada tronco de cada árbol haces de mi bosque tu patio de juegos, tienes el pelo negro como la noche y la piel blanca como la luna, esa luna por la que aúllo. Mis negros ojos te siguen y mis fauces se colman de saliva por desear morder tu piel. Juegas sin miedo... sin percatarte de que una bestia descontrolada y ansiosa por tu ternura te acecha en la oscuridad con el corazón acelerado por tu visión pequeño angel.
Quiero arrastrarte a mi infierno y romper tus huesos con mi abrazo hasta sostener tu alma entre mis dientes, pero a cada paso que doy tu ser me conmueve, purga mi oscuridad, la diluye, la esparce, se escapa por mis poros y tu refulgente brillo se come mi negrura desnudando mi alma de egoísmo e instinto asesino para transformarme en hombre.
Y te conviertes en mi obsesión, en mi fría estrella a la que rezo en silencio por poder poseer, tu candidez me desborda y tan solo deseo abrazarte y protegerte pues todas esas bestias que compiten en el bosque por comer tu carne y roer tus huesos no han podido ver tu alma como yo la siento y moriré antes de permitir que mancillen tu cuerpo.
Y así jugamos al escondite y yo te velo desde una distancia segura, batiéndome con monstruos y alimañas que te quieren dañar, sin importarme las heridas que me dejen esas batallas ni la espera hasta que tus ojos me encuentren y veas en mi... desarmándome... esperando que tu niña no se rompa por ver en mi a un hombre lobo con pensamientos sucios y corazón rebosante de buenas intenciones.
Pero te juro que aunque me rechazaras... aunque desaparecieras de mi bosque seguiría esperándote, aullando a la luna a solas con mi esperanza, con el profundo anhelo de tenerte mía de protegerte y colmarte de mi luz y mi oscuridad.
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