Imágenes al azar.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Una noche en la ópera.

Lo que van a leer a continuación, es un detalle de un cuadro inmenso que lleva pintándose siglos. Dicho cuadro es un conjunto de retablos que narran nuestra historia. En esta historia hay dos bandos, representan la misma lucha ancestral que llevamos oyendo durante siglos, el pulso entre la luz y la oscuridad. Trasciende incluso a la creación del mundo empezando como una mera disputa entre Dioses hermanos, y que pasa a ser una guerra fría y calculada en el momento en el que se crea al hombre.


Dada la complejidad y la inmensurable cantidad de tiempo que ocupa dicha batalla, el narrador se ha centrado en los momentos más críticos de dicha lucha, una serie de retablos que comienzan con la conquista de un alma por parte del Dios de los siete infiernos. Hay figuras y héroes en ambos bandos, que luchan por romper el delicado equilibrio acordado entre los hermanos, con el fin de hacer de su causa una realidad constante y gloriosa que al margen de la voluntad de los hombres termine declarándolos vencedores sobre sus almas y vidas.

La escena nos transporta a nuestra realidad, un mundo tangible y ordenado diseñado para ser percibido por nuestros sentidos sin que nuestras mentes se vean desbordadas, ya sea por la magnificencia y la rectitud ciclópea de las líneas que caracterizan al reino de los cielos, o por el caos y la anarquía de las formas de los siete infiernos. Nuestra joven protagonista, discípula del diablo se posa sobre las abarrotadas calles de la ciudad sin ser advertida por los transeúntes que la rodean afanados en sus propios asuntos.


Advierte que no hay rastro de su nueva condición, vuelve a sentirse y a verse como una vulgar humana y eso la apena por un instante. No obstante sus pensamientos se distraen en cuanto posa sus ojos en quien toma su mano. A su lado está quien la guía y da sentido a su nueva vida, a elegido una forma humana que le quita el aliento, moreno y de pelo revuelto e indómito su engañosamente joven Amo la mira desde un rostro humano de ojos glaucos, con una sonrisa divertida de cabrón que hace que partes de ella palpiten con un deseo de vida propia humedeciéndola.

-Bienvenida de nuevo a casa ¿Qué se siente al volver a la realidad de los hombres? - dijo mientras tiraba de ella con suavidad para sentarse sobre el respaldo de un banco en un parque mirándola de arriba a abajo con el aspecto que la enamoró y le hizo desearla.

-Es... extraño... han pasado muchas cosas desde que me encontraste, pero... ¿Por qué soy humana de nuevo? - dijo con un tono de molestia en su voz.

-Oh no... tu ya no eres humana... tu corazón y tu alma no lo son, pero eres como una pequeña flor que acaba de brotar, aun tienes que madurar y vencer las limitaciones que tienes en este reino, es un proceso largo y divertido, más no te preocupes yo mismo te guiaré en el y servirás a mi causa.

-Amo...- dijo con una risa mal disimulada - ¿Podría dejar de usar ese lenguaje tan... del siglo diecisiete? No estamos en el renacimiento... y van a mirarle raro - dijo mientras jugueteaba con las solapas de su camisa con la mirada entornada alzando los ojos para encontrarse con los de él y suspirar al verle sonreír de nuevo. ¡Era incapaz de resistirse a esa sonrisa y a aquella forma de mirarla, y para colmo por más que intentara hacerlo rabiar al final siempre era ella la que acababa estándolo!


-Tienes razón, me he llevado mucho tiempo encerrado en esa maldita prisión... Pero no tardaré en volver a hacerme a esta nueva época - Sus ojos se posaron sobre una banderola que colgaba de una farola en mitad de la avenida - Fausto, de Goethe, da gusto ver como los clásicos y el buen gusto nunca pasan de moda - dijo riendo volviéndose hacia ella, ensanchando su sonrisa con un brillo peligroso y divertido en sus ojos que la hizo estremecer sabiendo que nada bueno tramaba -¿Quieres ir a la ópera?

Ella asintió emocionada, nunca había ido a la ópera y siempre había tenido ganas. Sin embargo, no tenía nada de dinero encima, estaba a kilómetros de su casa y no llevaba ropa apropiada. Se lo hizo saber algo tímida por poner pegas, pero Él con su despreocupación habitual le dijo que no era ningún problema. La llevó a una sofisticada tienda donde todo debía valer un riñón y parte del otro y mientras no paraba de coger vestido tras vestido como si fuera navidad, se fijó en que hablaba con la encargada del lugar. Estaba muy cerca de ella hablándole en voz baja y por lo que parecía la mujer se aferraba al mostrador con los nudillos blancos presa de la agitación, como si estuviera teniendo un orgasmo solo con oír sus susurros. Puso los ojos en blanco y deseo poder tener sus garras para hacerle una nueva cara a aquella mujer que tanto estaba disfrutándolo.


Cuando volvió a Él le dijo molesta -¿Haciendo amigas? ¿Te parece bonito? - no podía evitar sentirse posesiva con el mismísimo diablo y sabía que no era más que una hormiguita bajo su mano, pero ¿qué podía hacer? La había derretido con sus promesas y su fuego y ahora vivía y respiraba por Él - No me decido... son tantos y tan bonitos... Y nunca he ido a la ópera ¡no se que lleva la gente allí!

Él sonrió y se acercó para besarla haciéndole olvidar su enfado en un segundo del que solo quedó un gemido de protesta que rápidamente se convirtió en placer -Puedes comprarte uno... o todos... tan solo estaba encargándome de abrir una línea de crédito ilimitada. Tengo entendido que no es algo que hagan con todos los clientes - sonrió malicioso mientras ojeaba los vestidos, acariciándolos y sopesándolos entre tus manos. De todos ellos extrajo uno -Este, y no hace falta que lleves nada debajo - sentenció pícaro enseñándole un vestido de tirantas que ella había desechado por ser demasiado corto y con un escote tan generoso que derretiría al hombre más controlado.

Salieron de la tienda con una imagen completamente nueva, Él vestido de esmoquin emanando autoridad y llevándola del brazo, ella con aquel vaporoso vestido que a duras penas cubría su sexo ya húmedo ante su imponente talle y sus planes secretos, relacionados seguramente con su ausencia de ropa interior. Lo miraba completamente arrobada mientras caminaban hacia el teatro.


Cuando llegaron tras unas breves palabras con el encargado de revisar las entradas fueron guiados hasta un palco superior privado donde gozaron de la intimidad y las atenciones de la clase VIP -Vaya... veo que ser el malo recompensa generosamente - dijo ella mientras acariciaba su mejilla y lo besaba incapaz de resistirse durante más tiempo a sus labios.  -Uno tiene sus recursos - dijo con una sonrisa mientras sus dedos se deslizaban por sus muslos y se introducían en su empapado sexo sin previo aviso, arrancando un gemido de placer silencioso que murió en la oreja de su torturador.

La llevó hasta el borde del orgasmo mientras su respiración se agitaba y su mano se veía obligada a apretar su boca para no llamar al revuelo en aquel lugar público. Cuando separó su mano de ella la puso en sus labios y esta lamió golosa mirándole con lascivia moviendo su lengua como si tuviera su miembro atrapada entre sus labios buscando encenderle y provocarle. Notó como su sexo se contraía y se relajaba, como palpitaba deseando apretar toda su virilidad y se vio obligada a cerrar las piernas para acallar aquellas súplicas de su cuerpo.


-Nada de eso... -dijo Él mientras separaba sus piernas susurrando juguetón después a su oído - En pie, han llegado los músicos y la obra va a comenzar. El tomó sus manos y las apoyó sobre el alféizar del balcón mientras sentía su aliento en su cuello y su miembro frotándose libre contra su culito y su sexo haciéndola perder la razón de deseo. Todos los demás se habían sentado, la ópera había comenzado y ella estaba presa de sus manos y de su cuerpo, sin poder siquiera girarse para besarle y dar fuga a aquella pasión abrasadora.

La aria de la obra sonaba, mientras la gente se deleitaba en aquella sinfonía, Él había comenzado a azotarla sonoramente haciéndola apretarse al balcón silenciando sus quejidos con las piernas separadas y el sexo brillante de húmedo placer. Sintió como sus dedos comenzaron a penetrarla sin compasión, ya no era capaz de discernir cuantos de ellos se dedicaban a darle placer, incluso notó como penetraba también su culito haciéndola enloquecer con aquella sensación al sentirse llena de Él, rogando más mientras volvía la cara para intentar besarle y suplicarle que no parara, que se la follara allí mismo haciendo con ella lo que le diera la gana.

Se sentía suya... se sentía morbosa y elegante, preciosa en sus manos -Mmmmh mi pequeña perra del infierno... ¿Quieres la polla de tu Amo? - dijo mientras salía de ella para comenzar a frotar su glande contra su sexo entreabierto y deseoso de acogerle -Sí, Amo... démela por favor... se lo suplico... fólleme ya... lo deseo... lo necesito... - sus palabras morían en susurros mientras sus ojos brillaban como si estuviera a punto de echarse a llorar de urgente necesidad. Él satisfecho por su voluntad que servía a sus deseos por retorcidos y prohibidos que fueran, entró en ella de una embestida, haciendo que un grito de placer y dolor se perdiera entre las alzadas notas de la obra que comenzaba a subir el ritmo a la vez que el se la follaba embistiéndola con dureza, cogiéndola del cuello y del pelo como el juguete que era en sus manos.


Notó como su sexo estallaba en un orgasmo intenso y placentero, cayendo desfallecida sobre el balcón con los ojos cerrados, sin aliento, todo oscuridad y calma tras la tormenta, sujeta de las caderas y abrazada de sus hombros y cuello por su Amo, que aun dentro de ella, le hacía notar como se contraía contra su miembro endurecido, haciendo que aquel gesto alargara un orgasmo que no quería acabarse volviendo sus piernas temblorosas e inestables pero a salvo en su abrazo.

Sin más que un minuto para descansar, Él la cogió del pelo y la arrodilló mientras esta se balanceaba aun ebria de placer, abrió los ojos y miró hacia arriba, los ojos de Él brillaban en la penumbra con la luz del infierno, su sonrisa era puro vicio y morbo, peligrosa, evidenciaba su poder y sus palabras susurrantes llegaban hasta ella a pesar de la música con órdenes que su cuerpo obedecía imperioso sin una réplica -Abre la boca puta... - Ella gimió sintiendo como su sexo pulsaba ante aquellas palabras totalmente conmovido y excitado de obedecerle - Sí, Amo...


Tomándola del pelo comenzó a follarse su boca al ritmo que deseaba marcar, sacándola y soltándola para que pudiera jugar con ella hasta que finalmente en el punto álgido de la obra su placer estalló en los labios de ella dándole a probar su sabor. Nunca le había gustado... y aun es capaz de reconocer que el recuerdo de aquella sensación, de su sabor, de su tacto le desagradaba, pero desde que se convirtiera en su esclava satisfacer sus deseos hacía dulce cualquier cosa. Le saboreó y se alimentó de su esencia notando como la reconfortaba por dentro. Tras limpiar hasta la última gota de su néctar Él la tomó de la barbilla y la besó, se sentaron, adecentaron y disfrutaron de lo que restaba de aquella maravillosa noche en la ópera.


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