Imágenes al azar.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Un pequeño juego. Un gran regalo. Parte I

Él sabía que sus primeras veces habían sido un desastre, que el egoísmo de sus parejas y su falta de entusiasmo para realizar sus deseos más íntimos y profundos la habían hecho una mujer rebosante de fantasías por cumplir, y como siempre se proponía cambiarlo todo, como si fuera dueño del tiempo y pudiera retroceder para cambiar el curso de la historia.

Una nota y un paquete esperaban en su casillero aquella mañana, extrañada tomó la nota y la leyó detenidamente con creciente sorpresa y una sonrisa aflorando en sus pequeños labios pintados de rojo; "Feliz cumpleaños gatita, hoy va a ser un día de lo más interesante para ti. No puedo evitar sonreír mientras escribo estas líneas y más aun pensando en lo que te espera. Quiero que tomes lo que hay en el paquete y que te lo pongas para hacer de este día algo memorable..."

La chica tuvo que releer aquella nota varias veces para entender que de nuevo jugaba con su mente ocultándole lo que se proponía, aprovechándose de la incertidumbre para hacer con ella lo que le daba la gana. No sería fácil, pero ella confiaba en Él y en su capacidad para asombrarla y meterse en su mente ocupándolo todo, como si sus palabras y sus gestos fueran capaces de mover los hilos de su voluntad y obtener siempre lo que se proponía. Con una sonrisa terminó de secar su piel húmeda tras la ducha y comenzó a vestirse con la ropa que Él había dejado para ella. Era un misterio como había logrado entrar en un vestuario femenino para dejar en su taquilla todo aquello sin haber armado un alboroto, un misterio más en su larga cuenta.

Tras abrir el paquete lo primero que pudo comprobar fue que entre la ropa y otras "cosas" que había en su interior, no había lugar para ninguna braguita, tanga, ni cualquier otra pieza de ropa interior lo cual hizo que frunciera el ceño imaginando lo avergonzante que sería salir a la calle sin nada, expuesta, sabiendo que cualquiera que le mirara (y vaya si la mirarían...) vería todo con su visión de rayos x. Con un suspiro se dejó llevar con tal de disfrutar su regalo que aunque estaba poniéndola nerviosa por retar a su personalidad retraída y a su instinto de pasar desapercibida también estaba convirtiéndose en una euforia lenta pero segura que descendía desde su pecho hasta sus rincones más íntimos.



Se sentó en el banco y lentamente acarició sus piernas mientras las negras y sedosas medias se deslizaban por su pálida piel y una risilla feliz e infantil escapó de sus labios cuando comprobó el gatito que las adornaba. Tras ajustar el liguero que las acompañaba a su cintura y a sus nuevas medias tomó el vestido y se lo puso no sin cierta dosis de vergüenza al comprobar como le caía ante el espejo. Era lo suficientemente corto como para que las medias y las ligas se vieran, demasiado transparente como para que invitara a dejar que la imaginación de todo aquel que la viera se desbocara como un potro salvaje y sabía que lo suficientemente accesible para que sus manos la volvieran loca aprovechándose de su sexo desnudo que aquellas alturas ya comenzaba a palpitar por culpa de sus perversas maquinaciones.

Cuando sacó los zapatos y los vio, una pequeña exclamación de indignación salió de su boca -¡Pero bueno! ¿Tacones? Me quiere matar... ¡eso si no lo cojo yo antes! -Con un suspiro se los calzó lentamente y se puso en pie tentando el suelo con ellos y se giró para observar la imagen que el espejo le devolvía. Allí estaba ella... completamente vestida de negro con su pelo rojo brillando contra el oscuro contraste junto con sus labios color granate y su piel pálida. El espejo le devolvía la imagen que el quería de ella... la imagen de su niña, de su ninfa, de su muñeca pálida vestida para la ocasión. No pudo evitar esbozar una sonrisa sabiendo que sería el objeto de su complacencia desde el momento en que sus ojos se posaran sobre su cuerpo haciéndola ruborizarse.

Volvió a su taquilla y recogió la mochila con sus cosas tomando el paquete para guardarlo en ella, sin embargo al hacerlo algo cayó sobre el banco rodando con un tintineo. Se agachó rápidamente para evitar que cayera al suelo y lo tomó en sus manos examinándolo unos segundos sin entender muy bien que era hasta que cayó en la cuenta, lo que hizo que su cara cambiara y su corazón diera un vuelco. Tenía en sus manos una pequeña joya anal con otra pequeña nota pegada a ella; "No es la colita que me gustaría que llevaras, pero se que si hubiese pretendido hacerte ir por la calle con un plug tan vistoso no te hubieras movido del vestuario y hubiera tenido que ir a buscarte yo mismo... Póntelo y disfruta el camino de vuelta a casa" -arrugó la nota de papel indignada y la tiró a la papelera más cercana mientras volvía a examinar la joya, el tono de su pequeña nota era lo que la mosqueaba, de nuevo demostrando que sabía exactamente como se sentía, ese tono pretencioso y malvado con el que la empujaba a hacer cosas vergonzosas... ese tono firme y divertido que odiaba y al mismo tiempo empapaba su coño contrariándola con el disfrute. Suspiró y bajó la mirada derrotada, no podía decirle que no, era incapaz, se había tomado muchísimas molestias y aun no sabía ni la mitad de lo que le tenía preparado...

Se metió en el baño más próximo y subiendo un poco el vestido se acomodó mirando la joya un instante. Estaba fría al tacto... era brillante, metálica y su forma y la joya que decoraban el extremo circular eran bonitas en aquel tono rojo sangre, pero sin duda el extremo más amenazador fue la punta cónica redondeada que tendría que introducir lentamente en su pequeño y poco entrenado ano... Con un bufido de frustración dejo de torturarse y dijo -Me las pagará... no se como pero me las pagará... -Metió la joya en su boca y la lamió para lubricarla antes de llevarla entre sus nalgas. Un grito de excitación y sorpresa escapó de sus labios -Ahhhh, joder...-estaba fría al tacto con su piel, pero el verdadero escalofrío había sido de excitación al rozar su coño empapado por la excitación de verse allí cumpliendo con todos sus deseos, apunto de meter un pequeño juguete anal en su culo con las piernas separadas, la espalda flexionada, mirando el suelo con la frente apoyada en la puerta del minúsculo habitáculo. Lubricado por aquella excitación tan sorprendentemente abundante lo empezó a mover en círculos sobre su culo cerrando los ojos, sintiendo la excitación del momento que anticipaba a introducir algo en el. Empujo. Empujó lentamente y sintió como su ano cedía mientras su mente se llenaba de la imagen de Él y sus dedos y su lengua jugando sobre su pequeño agujerito.

Todo había terminado, antes de que pudiera darse cuenta, abrazada a la puerta de aquel vulgar retrete jadeando, sintiendo como su coño palpitaba pidiendo guerra, deseando meter sus manos entre sus piernas para introducir sus dedos hasta lo más hondo de su empapada carne... no obstante había una orden explicita en mayusculas al final de la nota que rezaba un "NI SE TE OCURRA MASTURBARTE, que tengas un divertido camino de vuelta" que ahora cobraba sentido y que hizo desear morderle muy fuerte con uno de aquellos bocados a traición que tanto odiaba. Recogió el resto de sus cosas y salió del edificio maldiciendo en silencio lo difícil que era andar apretando su cuerpo para evitar que aquella dichosa joya saliera de su cuerpo. Por fortuna solo eran unos pocos metros hasta la parada del autobús que la dejaría en la puerta de su apartamento. Aun quedaban unos minutos para que el autobús llegase así que se dispuso a sentarse cuando se vio interrumpida por un mensaje en su teléfono. Más instrucciones... "No te sientes sobre la falda... sino sobre tu piel... sobre la joya. Juega a moverte discretamente sobre el asiento :)" -como si su maldito Dueño fuese un vidente o estuviera espiándola de alguna forma. Obedeció y sintió como la joya se movía en su interior y como su coño se contraía y palpitaba con aquel reajuste. Reprimió un gemido de placer y obedeció para sentir aquella extraña e incomoda sensación en su interior que al mismo tiempo la excitaba.

Por fin llegó el autobús, se subió en el y buscó un asiento solo para maldecir su suerte pues en aquella hora estaba de bote en bote. De pie agarrada a una de las barras cogió su móvil dispuesta a mandarle un mensaje, sin embargo se le había adelantado una vez más "A estas alturas tienes que estar completamente desesperada por llegar a casa y probablemente además de muy cachonda y mojada estarás deseando morderme... Es una pena que vaya a amordazarte y a follarte nada más entres por la puerta :)" Un bufido de consternación escapó de sus labios mientras lo amenazaba con miradas de odio en emoticonos. Guardó el móvil contando mentalmente las paradas que le quedaban hasta llegar a casa e intento centrarse y disfrutar de las sensaciones, de la inquietud, de saberse un juguete en sus manos y comenzó a notar como su coñito volvía a palpitar, y como su humedad se marcaba entre sus muslos haciéndose notar. Pero la tortura llegó a su fin y se bajó del autobús notando como el pequeño salto hacía que la joya pugnase por salir de su interior obligándola a apretarla y a introducirla con su voluntad y su esfínter reteniéndola de nuevo en su sitio.



Subió en el ascensor mientras agitaba su pie nerviosa, empezaba a sentirse realmente incómoda de haber estado aguantando el plug durante el trayecto. Por fin salió del ascensor y caminó los pocos metros que le separaban de Él, sacó las llaves y abrió la puerta del apartamento presa de nervios y excitación a partes iguales. Y allí en el salón le esperaba Él... vestido con sus acostumbrados vaqueros y esa camisa negra que le caía tan bien con su sonrisa de lobo dibujada en su rostro y la cena iluminada por las velas. Se acercó hacia Él dispuesta a decirle todo lo que había pasado por su mente solo para caer de rodillas anulada en cuanto el la cogió del pelo y tiró con fuerza y tomándola de la barbilla y de las mejillas con una sola de sus manos la besó lenta y deliciosamente, desarmando todos los pensamientos de frustración que había desencadenado aquel juego en su mente, relajándola y haciéndola suspirar entregada -Es hora de cenar... Ve al baño, saca el plug, aséate y siéntate a la mesa... Feliz cumpleaños gatita...-dijo con aquella voz suave y ese tono de control tan odiosamente atractivo. La noche solo acababa de comenzar...

lunes, 11 de mayo de 2015

Atesorando tu perfume de puta


Me levanto de un sueño profundo, y tus ojos me miran con ese brillo de niña traviesa, tus manos me buscan y me acarician. Una sonrisa se dibuja en mi rostro en mudo entendimiento de la situación. La conozco, te conozco, se lo que estas pensando y lo que tu cuerpo expresa y busca... No tardo en ver como tus manos se pierden bajo el pantalón del pijama buscando tu sexo, acariciándolo en la penumbra levemente iluminada por la luz del mediodía filtrándose a través de la ventana.

Me estiro y me desperezo mientras una de mis manos recorre tu costado ascendiendo por tu cuerpo lentamente, acariciando tu piel, arañándola con mis uñas mientras siento como igual que tu deseo ha despertado en ti, mis ganas de jugar y divertirme usándote también van tomando fuerza. Tomo tu cara por las mejillas con una sola mano y beso tu boca con fuerza mordiendo el labio y tirando de el para retirarme con una sonrisa de lobo de las que hacen que tu coño se derrita como un azucarillo.

Me siento sobre la cama y te digo -Quítate las bragas... - a lo que obedeces en silencio bajándolas hasta tus muslos donde te doblas sentada sobre tus rodillas, mirándome con esa sonrisa en tus rostro, mordisqueando tus labios y acariciando uno de tus dedos con tu lengua con esa niña puta e inocente al mismo tiempo que tan cachondo me pone. -Quítatelas joder!-digo ansioso llevándome una mano a los ojos para bufar meneando la cabeza exasperado.

Tu terminas de quitártelas y arrodillada me miras esperando y yo te descoloco lanzándote la almohada contra el pecho -Quiero que te frotes con ella... -con una sonrisa me aparto de la cama y te veo asimilando aquella orden sabiendo que es uno de mis caprichos, uno de mis caprichos de Daddy vicioso que te encanta satisfacer... -Si Daddy... - dices en un susurro mientras separas las piernas y te colocas sobre la almohada para comenzar a mover tus caderas muy lentamente adelante y atrás cabalgando aquel trozo de tela sobre el que pondría mi rostro los 5 días siguientes de la semana hasta que volviera a tenerte a mis pies dispuesta para ser usada.

Con una sonrisa lobuna me pasé la lengua por los labios mientras empezaba a divertirme viéndote coger ritmo, disfrutando del roce de la tela contra tu sexo, abrazándola entre tus piernas, recolocando tu cuerpo para ejercer presión con tu pubis contra ella como si la desesperación por dejar tu esencia y tu aroma para el dueño de tus perversiones y tus deseos más oscuros.

A tu espalda mis manos tomaron posesión de uno de mis juguetes favoritos para azotar, ese flogger de cuero negro elegante, corto y manejable. Empezó a marcar el ritmo exigiendo más contra tu piel mientras tus gemidos se alzaban y el aire se inundaba de ese aroma a puta en celo que inevitablemente endurecía mi ser. No había nada como tomar el control de la otra persona y envenenarla de vicio para ver como este recorría su sistema y la transformaba... 

El flogger fue sustituido por mi mano acariciando tu culo deliciosamente marcado por las tiras de cuero, acaricié la zona enrojecida y dejé que mis dedos obraran a su antojo... no tardaron en perderse en las profundidades de tu coño empapado con el sonido audible del aire al entrar en el -Estas tan abierta que el aire recorre tu coñito de puta, pequeña -dije divertido mientras lo castigaba hundiendo mis dedos en ese punto de carne húmeda y rugosa que te hacía temblar y gemir desconsolada perdiendo el control de tus músculos, alzando tus gemidos, acallando tu parte racional y transformándote en un animal sediento de sexo. 

Saqué mis dedos a tiempo, conociendo bien tu cuerpo, sus ritmos, y los efectos de aquella retirada forzada que colocaron un puchero en tus labios y una mirada de reproche que resbaló por mi indiferencia como la saliva y otros fluidos por el latex. Me apoyé contra la mesa cruzándome de brazos y con un gemido de exasperación cerraste los ojos y volviste a apretar tu cuerpo contra la almohada para follártela como tu Dueño había ordenado. 

Con una sonrisa ante tu diligencia para obedecer mis ordenes me senté frente a ti en la cama y dejé que reposaras tu mejilla contra mi mano. Podía sentir las gotitas de sudor concentradas sobre tus rosadas mejillas, tu aliento cálido, tus gemidos derramándose contra mi piel y tu lengua húmeda lamer mi mano como una perra puta y agradecida por aquellas sensaciones. Mis manos cogieron tu pelo con firmeza y dirigieron tu boca a mis pies donde adoraste tu entrega a mi mientras sentías como el orgasmo llegaba a la velocidad de un orient express sin frenos; escandalosamente rápido y glorioso.

Las convulsiones se agitaban en cada músculo de tu ser, podía apreciarlas desde mi posición privilegiada, siempre por encima de ti. Tu culo se contraía y relajaba y tus caderas se movían desesperadas en un último esfuerzo por frotarte contra la tela mientras que estirabas los pequeños pies con sus pequeños deditos, aferrada a mi entre sollozos y quejidos de profundo placer, en uno de esos orgasmos que expresas como la niña pequeña que eres derritiéndome de ternura y de placer al mismo tiempo.

Con una sonrisa te acuné contra mi regazo y acaricié tu cabeza y tu rostro jugueteando a rozar tus labios con mis dedos mientras recuperabas de nuevo el ritmo y la normalidad -Buena chica... ¿Te ha gustado? -alcé tu cara para recibir una mirada dulce y húmeda de tu rostro sonrosado por la excitación y el esfuerzo -Si Daddy... Gracias Daddy... -dijiste con tu dulce voz haciendo que mi pecho se inundara de esa sensación cálida y orgullosa de saberme poseedor del mayor de los tesoros; tu inocencia, tu deseo, tu perversión... tu entrega.

Tomé la almohada y la saqué sin dejar de frotarla contra tu húmedo y sensible sexo provocándote los últimos y tortuosos espasmos de aquella sesión que había surgido improvisada como tantas otras cosas maravillosas contigo. Con una sonrisa la llevé a mi rostro y cerrando los ojos la olí para retirarme y decir -No voy a encontrar forma de no echarte de menos a mi lado esta semana zorrita... 

jueves, 7 de mayo de 2015

Subespacio


Tu rostro es un espejo a mil emociones que me queman desde adentro... Puede derretirme con la ternura más pura e inocente o incendiarme devastadoramente con esos gestos y esas formas que tiene tu precioso ser de exteriorizar la zorrita viciosa que hay en ti esperando a ser llamada. 

Todo empezó con una inocente petición... con un dulce... ¿Quieres jugar conmigo Daddy? Yo ni siquiera estaba preparado para lo que estaba por venir, estaba cómodamente tumbado en el sofá vagueando puede que con una cerveza o con el cigarrillo electrónico entre mis labios disfrutando básicamente de no hacer nada hasta que las ganas de comer hicieran acto de presencia pero... ¿Quién soy yo para negarle nada a esos ojos? ¿A esa voz de niña buena e inocente que esconde tanto detrás?

Sonreí y te llevé de la mano hasta la habitación donde nuestros juegos prohibidos tenían lugar y allí en aquel espacio reducido te desnudé lentamente, empezando a sentir como mis ojos y mis manos tomaban posesión de tu piel, de tu deseo, de tu entrega... erizándola con la yema de mis dedos, humedeciéndola con mis sonrisas y mis miradas cargadas de perversas intenciones, mientras obediente y sumisa permanecías quieta y silenciosa dejándote hacer por el dueño de tu placer, temblando como una hoja deseosa de ser arrancada y mecida por la tempestad y la tormenta rugiendo en tus entrañas.

Solo desnudarte, vendarte los ojos, y anular tus sentidos para potenciar tus sensaciones... solo eso fue suficiente para que la máscara de Daddy atento y dulce cayera y en su lugar el lobo despertase. El lobo es esa criatura egoísta e implacable, ese monstruo creciente que se nutre de tu dolor y de tus ansias masoquistas, relamiendo sus labios mientras su enorme miembro se aprieta contra tu muslo, húmedo y viril, palpitando al unísono con tu hinchado clítoris dotado de vida por caricias, arañazos, mordiscos y sonrisas de velada y satisfecha crueldad.

Haciendo acto de presencia y dispuesto a ser el fruto de tus más dulces tormentos, con un tirón de pelo y mi mano sujetando tu cuello con fuerza centré tu espíritu en el medio de la más deliciosa vorágine agregando un duro bocado para después retirarme dejándote en una espera desesperada. 

Mis manos recorrieron los juguetes que esparcí sobre la cama sin orden ni concierto, consumido de puro caos y ansiedad por obrar maldades de las que dejan marca sobre tu piel. No necesité pensar mucho, mis manos tomaron las cuerdas ya algo desgastadas por el uso, desenrollándolas y acariciándolas, las fui estirando y alisando, preparándolas mientras observaba tu pecho subir y bajar con una respiración relativamente tranquila que me apresuraba a romper en un crescendo errático de un momento a otro. 

Recordaba las terribles ganas que tenías de que jugara con ellas en tus pechos y con rápidos y ágiles movimientos tracé círculos asegurando la cuerda contra ellos, apretándolos sin piedad deseando ver como la falta de circulación los amorataba sensibilizándolos para ser castigados y dotándolos del color que daba nombre a mis vicios y mis virtudes de dominante.

Me retiré para relamerme observando la obra de una mente y unas manos que obrando febriles y veloces sin necesidad de pausas ni reflexiones, dispuestas únicamente para llevarte a la cumbre implacables dejaron tus deseos de cuerdas bien atados. Parecías tranquila en el exterior, pero las señales ya estaban ahí, respirabas superficialmente por la boca y no por la nariz enseñándome la curva de tus deliciosos labios y tus dientes blancos. 

Me dispuse a acentuar aquella agitación amordazándote con esa bola ligera y llena de agujeros que dejaba pasar tu excitación en forma de plateada y dulce saliva a través de su curva silueta descendiendo por tu barbilla para concentrarse en su extremo y juguetear con la gravedad en imágenes tan morbosas como inocentes que hacían que me mordiera los labios con avidez...

Tomé entonces un rotulador y dibujé sobre tu piel las tiernas palabras que te hacían mía... "Daddy´s lil girl", dibujando un corazón en la última "i" y me maravillé de aquellas inocentes palabras brillando sobre los pechos de una mujer que en aquel momento se removía inquieta como una puta deseosa de ser penetrada. 

Y para completar aquel bonito cuadro de cuerdas, pintadas y pechos amoratados quise aprovecharme de tu sensibilidad creciente pinzando tus pezones con firmeza, deleitándome en la simetría de 3 y 3 pinzas por cada uno y en tu cara cambiando a cada mordida que te dieron al colocarlas y cada vez que las movía jugueteando con ellas con una sonrisa despiadada.

Satisfecho me volví a mis juguetes y en el caos encontré el orden, tomando el flogger que tanto me gustaba y acariciando sus muchas tiras de cuero flexionándolas y balanceándolas mientras me acomodaba y situaba a la distancia adecuada. Las tiras restallaron con firmeza contra tus tetas haciéndote lanzar un fuerte gemido de placer, y se sucedieron una y otra vez alternando el ángulo, la firmeza, de una caricia leve a un golpe seco y picante, llenando las pausas con mis dedos contra tus pezones pellizcándolos y haciéndote gimotear como una perra llorosa rogando más fuerza, más intensidad, más placer...

-¿Te gusta puta? ¿Estabas deseando que torturase tus tetas verdad? *dije subiendo mis manos a tu mandíbula para tomarla con firmeza mientras mis dedos abrían tu boca y la exploraban recorriéndola lascivamente sonriendo ante tus gemidos ahogados como toda respuesta. No la necesitaba... Escupí en tu cara complacido y te observé relamerte como una perra gozosa, como un animal al que se le lanza el más rico manjar, entre respiraciones agitadas... 

Alterné mis manos y los juguetes que había traido para azotar no sin antes percatarme de que al estar en aquellos días del mes la humedad de tu sexo empapado se entremezclaba con el color y el aroma de la sangre... y aquel aroma que inundaba la habitación... aquel olor de hembra excitada, sumisa, emputecida, y domada me hacía enloquecer... Retiré la mordaza y la dejé descansar atada sobre tu cuello como un húmedo collar testigo de la lascivia que se acumulaba en tu boca. Derramaste tu saliva sobre tu pecho y yo me apresuré a lamer lo que quedaba en tu barbilla y a escupir en tu boca para besarte cogiéndote de las mejillas volviendo a darle voz y coherencia a tus gemidos y tus súplicas.

Un pensamiento igual de rápido que todos los demás cruzó mi mente y antes de que tuviera tiempo de plantearme como hacerlo enchufé tu juguete favorito a la corriente, ese hitachi curiosamente de color morado que apreté y aseguré entre tus muslos con una orden no menos firme y dura en mi voz -Cruza las piernas y no se te ocurra separarlas...-dije mientras lo accionaba y me retiraba para ver el efecto incapaz de reprimir una carcajada de esas que denotan que el lobo es un encantador sádico hijo de puta sin sentimientos.

Mis dedos juguetearon con las pinzas nuevamente mientras te removías y te encorvabas bajo el intenso vibrar de aquel tortuoso juguete apretado entre tus piernas y los labios de tu coño y estimulando sin piedad tu clítoris. Azoté con fuerza tus pechos que lucían pequeñas marcas de sangre tan exaltada bajo la piel como los gemidos convertidos en pequeños grititos de placer que exhalaba tu amordazada boca -Ni se te ocurra encorvarte... te quiero recta como una puta vara- dije colocándote con un tirón del pelo y alzando tu rostro.

La sangre entremezclada con tu excitación y tu humedad había descendido inadvertida para ambos lentamente por tus muslos apretados mientras yo me deleitaba desatándote, acariciando tu piel en cada pasada que liberaba lo que antes había hecho mío restringiéndolo, la idea era dejar a tu piel y tus pechos respirar, pero tu vicio no conocía limites en aquella sesión, y mis ganas de empujarte, de enloquecerte, de romperte no tenían fin... Rodeé tu cintura con un par de pasadas básicas y enseguida dirigí la cuerda a tus muñecas enlazándolas con la suave pero firme opresión de las fibras algodonadas e inmovilizando tu poca voluntad de escapar o reaccionar ya de sobra evaporada por la tensión que empezaba a alcanzar la sesión. Volví a atar tus pechos con lo que restaba de cuerda, en pasadas rápidas, improvisadas pero firmes que no venían en ningún libro ni tutorial, trabajando con lo que mi imaginación disponía para hacerte mía ferozmente.

Mis dedos se hundieron contra tu húmedo y empapado coño y apretaron tu clitoris mientras aun sostenías el hitachi temblorosa y derretida, gimiendo desconsolada, babeada, y mareada de todas aquellas emociones que ocupaban un tiempo abstracto en aquel reducido espacio que era nuestra habitación. Pero yo no necesitaba gran cosa, no necesitaba herramientas de experto, no necesitaba un espacio más amplio para actuar sobre ti (y recuerdo que solo decirte esta frase hizo que te mojaras profundamente), tu y yo y mis gastados y preciados juguetes eran más que suficiente...

El momento de parar llegó, y cuando te desaté y quité el hitachi, toda la tensión, toda la fuerza, toda la lascivia, todas las respiraciones contenidas, los regueros de saliva, el flujo, la sangre, mi polla endurecida contra tu piel, mis uñas marcando tu espalda, tu entrega, mis ansias de romperte... se quebraron en tu pecho... Tenía delante de mi la personificación del subespacio, drogada y débil apenas sujeta por tus piernas pero firmemente agarrada por mis manos... con los muslos cubiertos de sangre y flujo... 

Te llevé a la ducha y allí lavé tu cuerpo lentamente mientras te hablaba y te miraba atento a cada detalle. No estaba preparado para todas esas sensaciones, sentí como rompiste a llorar entre mis brazos mientras te apretaba acunada contra mi pecho, y aunque no fuera la primera vez que aquello ocurría... nunca había sido de forma tan intensa. Te sentía temblar como una hoja, deshaciéndote apretada contra mi ser. Mi temple se resquebrajó en el momento en que dijiste sentirte mareada, con los oídos zumbando y la visión sumida en ese blanco fruto del shock y la bajada de tensión. 

Pero pese a todos los temblores que vinieron a hacerse sitio en mi cuerpo, en mi voz y en mi mente por lo general aprehensiva, mis manos tomaron el control de la situación, terminaron de bañar y limpiar tu cuerpo y te acompañaron hasta el sofá arropándote con una manta y besándote mientras Daddy volvía a tomar el control firmemente compartido con el Lobo para cuidarte. Te abracé desde la espalda contra mi cuerpo y te dejé reposar mientras te acariciaba y te hablaba sobre lo que había sentido, sobre como había sentido la felicidad en tu gozosa lujuria y en mi fiera dominación, sobre como había roto los límites de mi contenido y aun por explorar lado sádico. 

Cuando por fin dejaste de temblar me puse en pie y te dejé viendo un poquito de televisión para no pensar y desconectar... Seguía sintiéndome eufórico, increíblemente controlador hasta para hacer un kilo de pasta cocinada con amor y dureza  que por cierto quedó deliciosa y que nos duró comida y cena... (A esas alturas eran las cinco y media de la tarde.... Una sesión se nos había comido el sentido del tiempo y lo había escupido a placer deformado y relativo). 

Disfruté viéndote comer en silencio valorando casi tanto la pasta como mis miradas de preocupación y protección, y danzando retiré los platos en un abrir y cerrar de ojos y te llevé a la cama donde yacimos aun comentando con cansancio todo aquello hasta que la tranquilidad de saberte segura volvió a mi y curiosamente... me dormí agotado y tu permaneciste despierta a mi lado... 

Ahora pensando en frío y más allá de esta gloriosa última sesión siento ganas de más... quiero entenderlo todo mejor, quiero saber como funciona y volver a  provocarlo de otras maneras... las ideas me rondan y se agolpan en mi mente, y tu rostro... tu rostro sigue vivo en mi mente como expresión pura de mil emociones que me hacen sentir Daddy, lobo, sádico, protector, amigo, compañero, amante, y mil roles entremezclados que desembocan en inevitables sonrisas de satisfacción sabiéndote una de las personas más importantes de mi vida. 

miércoles, 4 de febrero de 2015

El poder de Dominar y ser dominado

Me gusta mi piel de cordero, mi voz suave, esa parte de mi que movida por la empatía mantiene las aguas encauzadas y que al mismo tiempo tiene el poder de convertirlas en una corriente descontrolada y arrolladora de sangre hirviendo sobre la piel, de respiraciones erráticas y ansias de un poco más profundo y un poco más fuerte.

Adoro la tensión previa y el tira y afloja que precede a las sesiones... Eso también demuestra poder y en él no interceden más que los méritos propios para hacerte con la mente y el cuerpo de la sumisa. Y es que el poder no te lo da el atrezzo de un traje o de unos utensilios, ni hay cuerdas tan fuertes como las miradas o los susurros, susurros tranquilos y excitantes de amenazadoras intenciones contra la piel, erizándola en toda su extensión o las manos reteniendo las muñecas de la presa mientras sientes la fuerza incontrolable de dominarla y su indefensión contra tus dientes.

El poder es esa droga de doble dirección que retroalimenta la Dominación y la sumisión convirtiendo a dos personas en las piezas de una perfección que no se alcanza ni se siente con todo el mundo ni de la misma manera. El Amo siente una concentración y una sensación intensa de ansiedad que deja salir a través de sus manos, la sumisa soporta los embistes de unas olas que la moldean y desnudan de toda sensación física y emocional, como si se desligara de todas sus ataduras convirtiéndose en placer y gozo, en obediencia y en entrega.

El tiempo de ella para jugar con Él había terminado, la provocación en plena calle, los susurros al oído en aquel sitio público donde se sentía a salvo, sus pequeñas manos causando estragos, excitación, gruñidos y miradas ardientes con promesas de castigos en cuanto llegaran a casa.

Ahora las sonrisas pertenecían a Él, a su boca, a sus dientes asomando con ansias de marcar su piel, empequeñeciéndola con una mirada ardiente y un pulso firme mientras la sentaba sobre la silla de su escritorio y la empujaba con la bota para rodar unos metros fuera de su alcance.

Lentamente y con un pulso firme y seguro desabotonó su camisa sin dejar de mirarla mientras veía como se mordía los labios inconscientemente y sentía como su sexo comenzaba a derretirse humedeciéndose bajo sus inocentes braguitas.

Extrajo el cinturón y recogiéndolo con calma  avanzó enfundado solo en sus vaqueros, la tomó del cuello y la besó profundamente bebiendo de los suspiros de una respiración contenida desatada de forma explosiva contra aquellos labios que adoraba.

La cogió del pelo y la hizo caminar con un gemido y una expresión sublime mezcla de dolor y placer, apoyándola contra las literas cerradas con los pechos apretados contra la fría superficie tan erizados que dolían pidiendo a gritos sus cálidas y fuertes manos recorrerlos.

Alzó sus manos y estas abrazaron el soporte metálico de la litera superior. Notó sus manos azotando sus muslos para separar ambas piernas. Y allí con todo su cuerpo expuesto, tembloroso de frío y de excitación permanecía quieta y tranquila, excitada y agitada al mismo tiempo a la espera de su castigo.

El cinturón surcó el aire e impactó contra su culo una vez dejando aquella quemazón tan deseable y el silencio que la precedía. -Cuenta todo lo que puedas... Vas a perder la noción del tiempo y de los azotes que te de esta noche... Voy a volverte loca...-susurró Él con aquella voz tan terrible como gloriosa que la hacía estremecer de arriba a abajo.

El cinturón calentó y marcó su piel en surcos anchos y rojizos mientras la cuenta se hacía cada vez más entrecortada y entremezclada de suspiros y gemidos. El problema realmente serio vino cuando sus manos tomaron el relevo y mientras con una la azotaba arañando su piel con la otra se perdía en el interior de su sexo inundado de placer nublando su razón y su juicio en aras del placer y el dolor confuso y absoluto de sus manos.

El tiempo fluye distinto en ellas, como si sus poderes controlaran su relativo transcurrir tan bien como las emociones y sensaciones sobre su cuerpo. Los brazos cansados fueron devueltos a su posición natural contra su pecho, donde sentía que pertenecía, exangue, derrotada, conquistada, sumisa y obediente como una muñeca con el corazón y el alma puestas a sus pies.

Y tras un breve receso para hidratar la garganta seca y tranquilizar el cuerpo sin dejar de acariciar su húmedo sexo la sesión continuará por el tiempo necesario y con el rumbo que desee su caprichosa voluntad hasta cumplir su palabra de romperla en mil pedazos y recomponerla contra su pecho satisfecha, especial y única hasta que el sueño se lleve las dos conciencias y deje sus cuerpos yaciendo agotados y entrelazados.


martes, 3 de febrero de 2015

~Little girl and Big Bad Wolf~

Estos pequeños textos son los primeros que me nacen escribir desde hace un tiempo... Es un intento de exhalar un hálito de inspiración para unas pequeñas manos de artista que bajo mi insistencia un poco densa accedieron a regalarme la ilusión por un dibujo suyo... Muchísimas gracias bonita!

Te planteo varias escenas que me suscita tu idea y dejo a tu elección aceptarlas o tomar de ellas lo que creas adecuado... independientemente de ello espero mucho que disfrutes mis torpes pero sentidas letras ^_^

-Escena 1

Poco queda por decir que no haya dicho de la dulce y tierna inocencia de la niña que ama al lobo,. Ese lobo oscuro de mirada ardiente que protege la desnudez de caperucita, escondiéndola de vientos hirientes que no dejan cortes en su dura piel, oculta entre sus patas, derramando con su lúbrica lengua el néctar de su lujuria palpitado desde su corazón hasta su boca pervirtiendo la inocencia en la íntima fiereza de su posesividad animal.

-Escena 2

La niña hundió sus pequeñas manos entre el denso pelaje de su rostro y apoyando su pequeña frente sobre la testa del animal lo besó volviendo su oscuridad blanca y pura como su piel. Congelados en aquel momento donde el lobo ronroneaba con los ojos cerrados, aquel gigantesco ser arrullaba el pecho de la niña que lo miraba tranquila con una sonrisa mientras mecía sus dedos en las densas marejadas de suave pelaje. 

-Escena 3

Ella siempre fue la niña tímida y silencios, pero en su interior yacía un espíritu libre que solo desde que se subió a su gigantesco lomo cabalgó libre sabiéndose de aquellas garras y aquellas fauces, con los ojos brillantes del viento azotando su rostro y la piel pintada como una criatura salvaje mojando su pelaje de lágrimas y excitación.

-Escena 4

La niña que no temía a la bestia salvaje y la bestia salvaje humanizada por su inocencia, dos contradicciones encontradas que reflejan la paz más absoluta enroscados en un ovillo durmiendo al calor de sus corazones entrelazados en un mundo hostil cubierto por un manto de estrellas protectoras, comprensivas admiradas de su extraño amor.


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