Imágenes al azar.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La sesión 1ª Parte.


Aquel viernes las clases se hacían interminables, el segundero del gran reloj del aula 3.2 parecía querer caminar hacia atrás y transportarme a un interminable y soporífero infierno donde no había escapatoria alguna. El motivo de mi excitación no fue otro que tu llamada de aquella tarde entre clase y clase, tu voz me puso sobre aviso enseguida, esa voz con ese meloso y aparentemente inofensivo tono de Cabrón -¿Disfrutando del descanso? Que poco te va a durar esa tranquilidad pequeña... Cuando vengas a mi quiero que estés bien mojada ya... Haz lo que debas, pero quiero meter tu mano bajo tu tanguita y notar que suspiras de placer - ante aquella orden mi sexo ya empezó a palpitar, la llamada se cortó dejándome con cara de circunstancias mientras notaba como el calor me invadía ante la incertidumbre de lo que Él había preparado para mi. Durante el resto de la última clase de ese día por mi mente desfilaron toda clases de perversiones, tan dolorosas como deliciosas que hicieron que me tapara los labios discretamente mientras cerraba las piernas para que nadie advirtiera nada mi gemido de placer. 

Cuando salí respiré hondo y me calmé apoyada en la barandilla de los puentes colgantes que separaban un ala de la universidad de otra. Me encendí un cigarro y fumé hasta que reuní valor para andar camino hacia mi deseada perdición.


Mientras tanto en la casa, Él se afanaba en crear el escenario perfecto para sus más oscuras y morbosas fantasías. Cogió el teléfono y sentado en el sofá prendió un cigarro y marcó el numero para llamarla -¿Como va mi pequeña perrita? ¿Nerviosa? Jajajaja estoy seguro de que si... no te preocupes... no te dolerá mucho - al otro lado de la línea sentada en el autobus, me mordí el labio y me entraron ganas de reírme de sus gracias, pero aunque lo hiciera me tenía cogida como quería, jugaba con mi odio hacia las sorpresas anunciadas sin desvelar su contenido. Colgué el teléfono frustrada y al momento me arrepentí y volví a llamar, no me lo cogió, supe que me había ganado un castigo y se me encogió un poco el corazón, pero lo afrontaría con la barbilla alta y mirada desafiante ¡Eso se lo podía asegurar! Al menos hasta que agachara mi mirada y me sometiera, lo cual pasaría en menos de lo que me gusta admitir.


Cuando llamé a su puerta me dijo que me diera la vuelta, sentí como abría y enseguida vendó mis ojos, me tomó de la cintura y tiró de mi para cerrar usando el peso de su cuerpo contra el mío, mientras me besaba fiero y apasionado, notando como sus manos apretaban mis pechos y bajaban por mi cintura buscando mi sexo hinchado y humedecido por el deseo que podía causar en un segundo, como si fuera una fuerza imparable de la naturaleza. Mi respiración y mi habla volvieron de sus vacaciones tras la sorpresa y con un elevado gemido le demostré lo terriblemente cachonda que estaba -Buena chica... estas preparada y deseosa de lo que sea que te espere -susurró a mi oído mientras lo mordisqueaba haciéndome estremecer por las deliciosas cosquillas de su aliento -Si Amo... -dije en un hilillo de voz como hipnotizada, mientras afuera llamaba a la puerta mi voluntad que ante semejante arrebato se había quedado fuera de casa olvidada.

Me dejé guiar embriagada por el placer y el cosquilleo del deseo que todo aquello provocaba en mi, estaba desorientada, no sabía si me encontraba en su salón o en su habitación, ¡y eso que eran direcciones distintas! Noté como me desnudaba acariciando mi cuerpo con sus manos haciendo que el frío de la ausencia de ropa erizara mis pezones, su calidez me reconfortó en cuanto me abrazó, note su miembro desnudo, duro contra mi sexo, alojada entre mis labios rozando el clítoris y haciendo que me pusiera de puntillas para intentar metérmela entera sin éxito pues se retiró haciendo que me sentara en una silla -Quietecita... -dijo mientras me tomaba del cuello repasando mis labios con uno de sus dedos, yo a toda respuesta lo lamí y me quedé quieta. Pude sentir su sonrisa, aunque no la viera ni la oyera ¡Estoy segura!

Las reglas fueron dictadas de sus labios y a medida que salían de aquel rincón de placer para llegar a mis oídos las iba cumpliendo involuntariamente sin necesidad de pensar, como si fuera una extensión de Él y sus deseos; La espalda contra el respaldo para que luego no digas que te duele, las piernas separadas apoyadas sobre la base de la silla, y las manos aferradas a los reposabrazos. El ambiente se llenó de música, aquel tango que  tantas veces me cantabas al oído haciéndome derretir de placer con la parte en inglés. Noté la mordedura de las cuerdas contra la piel de mis tobillos y muñecas, inmovilizándome contra la silla, lo cual hacía absurdo que me diera ordenes si luego me ataba haciéndolas innecesarias, pero estaba especialmente Cabrón, se divertía haciéndome encoger de deseo y de expectación con aquella voz tan peligrosa y luego me descolocaba, estaba seguro de que se sentía como un niño el día de navidad.



En aquella posición, inmovilizada, ciega, y con la música llenando mis oídos impidiéndome escucharle estaba indefensa, expuesta húmeda y palpitando, completamente vendida para lo que deseara hacerme, ya no sabía si me excitaba o me causaba tensión, mi cuerpo estaba a flor de piel. Y Él bien parecía saberlo, el primer contacto de sus dedos con la piel de mis hombros y mi cuello hizo que me estremeciera con una descarga eléctrica haciendo que gimiera en voz alta. Su mano llegó por distintos ángulos y en momentos diferentes sin que el espacio entre estos fuera algo arbitrario o meditado, se paseaba por la sala admirando mi atada figura con los labios entreabiertos respirando superficialmente temblorosa de deseo como una hoja, hermosísima a sus ojos.  Se apoyó en las manos de ella y se inclinó para besarme y privarme de aquella deseada boca en un segundo mientras un quejido se hacía notar para mayor diversión de Él. Comenzó a castigar mis pezones tirando de ellos, mordisqueándolos, lamiéndolos, sus dedos recorrían su sexo y lo penetraban y ante el menor indicio de movimiento de cerrar las piernas o cambiar de posición me dio una bofetada de aviso que venía con todas sus amigas dispuestas a unirse a la fiesta si lo hacía necesario, lo escuché fumar a mi lado, podía oler el humo y sus labios aspirando por la boquilla del cigarro muy cerca de mi oído, pero el colmo de las sensaciones llegó cuando noté como sobre mi pecho y mi sexo se derramó una sensación caliente que duró un segundo para cristalizarse sobre mi piel dejando su recuerdo, ¡Estaba derramando cera sobre mi!

-¿Sabes cuanto tiempo ha pasado? -negué en silencio después de un rato, temblando visiblemente incapaz de articular palabra. Noté como me desataba y acariciaba la piel de mis manos y tobillos, me cogió del pelo y tiró ligeramente de el mientras con la otra mano apoyó algo en mi boca, agradecí que me diera agua pues estaba terriblemente sedienta, debí haber pasado demasiado rato respirando a través de mi boca pues notaba mis labios secos -Han pasado 20 minutos nada más, y aun te queda mucho por sentir -dijo riéndose sin darme tiempo a expresar sorpresa pues me cogió del pelo y tiró de mi para tumbarme en la cama con un empujón controlado, dispuesto a seguir jugando conmigo como se le antojara por el tiempo que se le antojara pues yo solo era una muñeca en sus manos.

La sesion 2ª Parte.

La lluvia de azotes no se hizo esperar, te ordené que los contaras, espaciando el tiempo entre cada uno, jugando a acariciar tu piel con la fusta y mi mano para desconcertarte si es que tu ceguera temporal no lo provocaba ya bastante. Con la mejilla contra el colchón gemías y contabas desconsolada con aquella mezcla de excitación y dolor que solo yo te daba, mientras me alimentaba de aquellos susurros que llevaban la cuenta mezclados con quejidos ante mis fuertes azotes. Cuando no me parecía escuchar bien el número adecuado te cogía del pelo y alzaba tu rostro para preguntarte con dureza -¿Cuantos has dicho perrita? ¿Has perdido la cuenta y quieres que empiece de nuevo? - mi sonrisa de Cabrón se ensanchaba en mi rostro al verte completamente dominada, rogando que no empezara de nuevo, pero tampoco que parara, veía y sentía como necesitabas mi tacto contra tu culito, mis manos acariciándote y mis gestos de Dominante desatado y sin piedad. 


Cuando me pareció adecuado paré y metí mis dedos en tu boca, sintiendo como los lamías mientras con la otra mano comenzaba a follarme tu coñito con dos de mis dedos, moviéndome en tu interior a mi voluntad provocando tus gemidos ahogados por mis caricias sobre tu húmeda, suave y deliciosa lengua. entonces llevé mi mano a tu culito y comencé a penetrarlo con mis dedos comenzando a estimularte sin piedad por ambos lados, tu humedad era palpable por mis sentidos, podía verla a simple vista brillante e impregnada en tu piel, me arrodillé a beberla para saborearla entre mis labios, y me inunde de su perfume embriagador que tanto me excitaba. Estabas completamente abrumada por mis actos, tus sentidos colapsados por la mezcla de dolor y placer que descompasaban tu respiración. Sobre tu mejilla rogabas más, necesitabas sentir más fuerte, más intenso, nunca era suficiente, me entregabas tu cuerpo y tu mente sin saber que ya eran míos. 

En un momento dado cogí tu mano y la llevé a tu humedo coñito -¿Ves como estas? ¿Que es lo que provoca eso perrita? - dije conociendo ya la respuesta pero deseando regocijarme de oírla de tus labios, como si me entregaras otro trocito más de tu alma de la que hacía tiempo que ya era dueño en posesión de sus escrituras. -Usted Amo... Usted... déme más... haga conmigo lo que desee... ¡necesito sentirle! - Ante aquellas palabras paré y odiaste que lo hiciera, tu cuerpo temblaba, el contacto de mis manos sobre el era un recuerdo que rezaba sobre tu piel como si aun lo sintieras, pero no estaba ahí y esa añoranza se convertía en una necesidad urgente e implacable 



-Muy bien... voy a darte tu premio... De momento toma esto y no dejes que salga de ti bajo ningún concepto, y tienes prohibido correrte sin que yo te lo ordene... - dije mientras introduje en tu coñito un vibrador que enseguida comenzó a estimularte haciendo que tus gemidos arrancaran de nuevo llenando el ambiente cargado del delicioso aroma del sexo. Tras unos minutos en los que no supiste que ocurría, sola con el ruido de aquel juguete volviéndote loca y tus propios gemidos acompañándote notaste un cambio bastante drástico, sentiste una presión en tu culito, agarrándote de las caderas presioné la puntita de mi polla para muy lentamente dejando que el placer de tu sexo y mis caricias hicieran el trabajo de acostumbrarte a mi, cedieras a mi cálida dureza notando como poco a poco te iba llenando, disparando tus gemidos que se retorcían desesperados por aquel placer que te partía en dos con pequeñas punzadas de dolor. 

No obstante, de algún modo era capaz de cumplir lo que te prometía, te hacía mía por completo y no sentías ese dolor que tanto temías, solo placer un placer enorme llenándote haciéndote gemir descontrolada rogando más, notando como tu coñito se contraía contra el juguete que no cesabas de mover penetrándote deseando que pudiera desdoblarme y follarte de todas las formas posibles, llenando tu boca también para no perder ni una posibilidad de sentirte mía, completamente indefensa, casi forzada. Tus gemidos eran desesperados, tu necesidad de correrte tan intensa que aferrabas las sabanas incapaz de articular palabra, y yo mientras te azotaba y te follaba impunemente notando como tu cuerpo se tensaba para contener aquel gozo que pugnaba por convertirse en una explosión de placer prohibida. No lo sabías, pero disfrutabas el limite, disfrutabas intensamente jugar con la frontera gris entre la orden y el deseo prohibido para disfrutar cualquiera de los dos resultados sin importarte las consecuencias de desobedecer, no obstante tu voz llegó en el punto álgido -A...Amoooo... porfavooor... dejeme correrme... ¡se lo suplico!



-Jajajaja ¿ya no aguantas más? ¿No deseas que siga? ¿Acaso quieres que pare? -Dije extendiendo aquella tortura con preguntas innecesarias cuyas respuestas eran más que evidentes -No...no aguanto más... siento que voy a estallar... No quiero que pare... ¡quiero que siga, pero no podré evitar correrme! Permítamelo y haga conmigo lo que quiera después... Sígame follando, soy suya... su perrita... lo que Usted desee... - Aquellas palabras eran demasiado, eran el fruto de mi ser dominante que había florecido en tu interior haciéndote mía por completo -Córrete... conmigo... Ahora... ¡vamos! Pero no olvides decirlo... quiero saborear y recordar ese momento justo cada vez que te folle, di que te corres -Dije aumentando las embestidas notando como el orgasmo como un caballo desbocado estallaba en tu interior derramándose, llenándote con mi calidez abundantemente, sintiendo cada impulso contra tu ser mientras estallabas temblorosa en un orgasmo lento, retorcido e intenso que te dejaba a mi merced, en mis brazos. 

Lentamente caímos sobre la cama, me deslicé de tu interior mientras mis dedos se aferraban a los tuyos, quedando mi cuerpo sobre ti en un abrazo que demostraba nuestros roles en ese momento, cubierto de la ternura y el amor de mis besos sobre tu pelo y tu cuello mientras nuestras respiraciones se acompasaban la una con la otra en perfecta sincronía. -Te amo pequeña... Nunca dejes de ser mía...



domingo, 3 de noviembre de 2013

Paseo junto al mar.


Aquella noche mientras veíamos la tele abrazados decidí que me apetecía que saliéramos a pasear. El invierno estaba aplacado en ese momento, no corría viento y estábamos solos en aquella parte del mundo, tiré de tus pequeñas manos y poniéndote en pie desnuda te besé -Me apetece ir a la playa, no tengo sueño y no ponen gran cosa en la tele, aprovechemos mi vida. La idea de salir de mi pecho no parecía seducirte mucho, sin embargo cuando comencé a vestirme suspiraste y aceptaste con uno de tus graciosos “vaaaale” alargados para dar la sensación de que era insoportable satisfacer mis caprichos. Cogiste tu ropa y te la quité de las manos en un momento -No, no... -te tomé de la mano y te guié hasta el armario, allí en una solitaria percha reposaba esperando un abrigo largo -Solo eso y nada más -dije con una sonrisa mientras sentenciaba mi decisión  con un azote y un largo beso que no te permitiera quejarte.

Cinco minutos más tarde caminabas con la extraña sensación de ser una especie de Eva contemporánea al lado de un Adan muy Cabrón y dominante, desnuda pero cubierta, ataviada solo con otro capricho de tu Amo, y calzada con unos tacones que te hacían más alta pero que igualmente te hacían caminar con inseguridad, sin embargo mi fuerte mano te cogía y te llevaba con firmeza impidiendo que te cayeras. Pasamos frente a una solitaria pareja que volvía a casa huyendo casi seguro de aquel frío estancado y pude ver como agachabas la mirada mirando con cierta vergüenza. No te dedicaron más de un vistazo, caminábamos juntos y nuestra broma secreta era invisible a los ojos de los demás, eso hizo que te relajaras visiblemente y comenzaras a soltarte un poco más.

Estábamos completamente solos, no se veía nadie en ninguna dirección a aquellas horas de la madrugada, de repente paré y te dije -Colócate contra esa farola y abre el abrigo - casi de repente me dijiste que estaba loco que ni pensarlo sin embargo mi cara y mi pose inamovible te dijo que no iba a cambiar de idea. Te apoyaste contra la farola y tomando cada extremo del abrigo lo abriste sintiendo como el frío mordía tu piel erizando tus pezones. Yo me entretuve acercándome para tocar tu piel y calentarla con mi excesiva temperatura estremeciéndote en cada caricia, te besé y me envolviste con tu abrigo cogiéndome de las caderas para ocultar tu desnudez en ese abrazo y yo comencé a follarte con mis dedos en mitad de la calle, asegurándome tu humedad y tu deseo de más retirándome cuando notaba que no había vuelta atrás para esa necesidad que había creado en ti, guardándome tu obediencia en el bolsillo un poco más con aquel morboso y excitante juego. Me retiré e hiciste el amago de cerrar el abrigo y dije -Solo un segundo mas - Saqué la cámara y te fotografié -No te escandalices, posa para mi... Quiero recuerdos de nuestros momentos, no puedes confiárselo todo a mis palabras escritas - dije divertido. 

Aquel paseo marítimo había visto a parejitas desenfrenadas, pero seguro que ninguna tan morbosa y excitante como nosotros, se extendía prácticamente de pueblo a pueblo, lo cual nos aseguró millas, rincones y momentos para continuar con aquel juego, desvelados por el placer y el morbo para amarnos de las maneras más inusitadas que hayamos experimentado nunca antes.

Entonces saqué de la mochila tus deportivas y te las tendí -Cambio de escenario -dije a toda respuesta descolocándote seguro de que no esperabas aquello. Tras un paseo campestre con la promesa de un buen album digital guardada de nuevo en su funda, te guié hasta un mirador en lo alto de la montaña frente a la playa y apoyando tus manos sobre su barandilla te dejé completamente desnuda, azoté tu culo varias veces llenando el silencio de la noche de los chasquidos de mis manos contra tu piel, sin duda entraste en calor. Y para terminar de mantenerlo me aferré a tus caderas y comencé a follarte con dureza y urgencia, notando como me apretaba en aquella posición contra las paredes de tu húmedo y apretado coñito, haciendo sin duda que las sensaciones no fueran extremadamente placenteras para mi solo. Abrazando tu cuerpo contra el mío, apretando tus pechos y pellizcando tus pezones mientras mordía tu hombro y tu cuello, mientras gemía a tu oído llegamos al orgasmo, sintiendo como te llenaba por completo de mi placer y permaneciendo abrazados sin salir de ti contemplando aquella hermosa vista panorámica nocturna del mar iluminado por una enorme y blanca luna muda testigo de nuestros morbosos placeres. -Tenemos que hacerlo en la playa -dijiste riéndote con picardía provocando fácilmente mi risa -Eso está clarísimo amor mío... Dalo por hecho.


sábado, 2 de noviembre de 2013

Un morboso día de playa.


Aquel verano teníamos las vacaciones a la vuelta de la esquina y  solo deseábamos que llegara nuestro momento para coger las maletas cargarlas en el coche y hacer kilómetros hasta nuestro destino. Habíamos alquilado una habitación en un pueblecito cerca de la costa. Cuando llegamos a nuestro destino nos tiramos en nuestra cama de matrimonio y nos sentimos como niños tras haber terminado su año escolar. Niños adultos, porque nada más llegar no pudimos evitar mancillar cada rincón de nuestra habitación con nuestro deseo de amarnos. Nos fuimos a cenar por ahí y cansados del viaje tras una copa de disaronno volvimos a la habitación para dormir satisfechos con la promesa de un día de playa al día siguiente que no olvidaríamos fácilmente. 

Nos levantamos muy temprano, la idea era aprovechar todo el día para vivir la playa al máximo. Cargamos el coche con todos los útiles playeros; comida, sendos libros, la música seleccionada y preparada para que cantáramos todo el camino a pleno pulmón y nuestra ilusión. Había oído cosas muy buenas de aquella playa, la gente la recomendaba, lo que no esperábamos en absoluto era lo que nos encontramos, resultó una playa nudista. Estaba muy bien, la marea era buena, el viento no molestaba y no estaba colapsada de gente. Te miré con una sonrisa y dije -Libres domingos y domingas bieeeeen - y me eché a reír tontamente. Yo siempre suelo llevar un pantalón muy hippy que compré en los Caños, no llevo nada debajo y voy cómodo y desnudo así que cuando llegamos a nuestro destino y clavé la sombrilla tiré de su cuerdecita y me quedé completamente desnudo. Te miré con ojo crítico y te dije -Quítatelo todo cari, no me seas de tu pueblo, que se te va a quedar el chochete blanco como la teti de una monja- Tiré del lazo del bikini y te desnudé en un gesto rápido. Nos sentamos en la toalla y de espaldas a ti te abracé y te besé tomé el bote de crema y comencé a acariciar tu piel extendiéndola, deteniéndome intencionadamente en las partes que más me gustan de ti, notando como te ponía nerviosa mi despreocupación al acariciarte tan provocadoramente -Bien protegida mi vida, no quiero que te quemes jijiji 

Luego me tumbé yo bocarriba y sin necesidad de que me untaras crema ya podías proteger bien cierta zona de mi que saludaba endurecida y dispuesta para el juego. Tus manos recorrieron todo mi cuerpo a veces haciéndome cosquillas que me hacían enloquecer y otras arañando mi piel provocando que me mordiera el labio. Cuando llegaste a mi polla comenzaste a untar crema de una forma tan sutil que parecía que no parecía que me masturbaras, y que sin embargo me hacía gemir mirándote con deseo de tumbarte y follarte allí mismo sin importante las parejas diseminadas a nuestro alrededor. Sin embargo como siempre conseguías hacerme rabiar, te separaste de mi besando mi nariz y diciéndome entre risas -Ya está... que estamos dando el espectáculo cari, vamos al aguita, si eres capaz de levantarte como estás claro.


Ni corto ni perezoso me levanté y a la vista de quien quisiera ver mi cuerpo excitado te seguí con la mirada fija solo en tus sinuosas curvas que solo deseaba apretar y acariciar. El camino hasta zambullirnos en el agua fue duro, se notaba la diferencia de temperatura y salpicarnos agua solo hacía que nos encogiéramos maldiciendo a diestro y siniestro nuestras ocurrencias. Una vez logramos entrar nos dejamos llevar por la marea flotando relajados, me acerqué a ti que estabas bocabajo y acerté a darte una sonora y picante palmada en tu sobresaliente culete, cuando emergiste te sostuve entre mis brazos inclinando tu cabeza para besarte, me rodeaste con tus piernas cogiéndome del pelo de esa forma que tanto me gusta, luchando en una marea creciente de excitación por imponernos. Sentir mi polla endurecida contra tu culito no hacía sino que deseara tirar de tu cuerpo hacia abajo para entrar en ti y sentirme unido en aquel excitante y placentero abrazo, pero me contuve, te torturé mordiendo tu cuello, acariciando tu coñito y tus pechos para terminar perdiendo por la necesidad -Salgamos... busquemos un rincón... entre las dunas, lejos de las miradas... necesito follarte, azotarte, deseo llenarte de mi cari... Salgamos - repetí y caminé contigo abrazada a mi hasta que posaste tus pies en tierra, saliendo tan excitado o más de lo que entre en el agua mientras te movías delante mía haciendo que me mordiera el labio de deseo.

Tomamos las toallas y nos alejamos tras las dunas al pie de una de estas entre los pinos y arbustos como escondidos en nuestro pequeño paraíso, con el rumor de las olas a nuestras espaldas y nada más que naturaleza a nuestro alrededor. Nos tumbamos sobre la toalla y yaciendo de lado te penetré con el espacio suficiente para azotar tu culo mientras movía mis caderas haciéndote sentir toda mi virilidad llenándote húmeda y excitada. Mis manos recorrían tu cuerpo, se entrelazaban con las tuyas y te guiaron hasta tu clítoris para acariciarlo juntos mientras nos movíamos. Después de un rato de movimientos lentos y pausados que no hacían sino encendernos más, saliste de mi y apoyaste tus manos en mi pecho para sentarte sobre mi y cogerme de las muñecas agachando tu cuerpo arqueado para besarme y morderme, dominante y fatal para mi, rozando tu húmedo coñito contra mi endurecida polla torturándome a la entrada de tu deseoso sexo haciéndome notarte para clavartela de una sola vez y cabalgarme a tu ritmo completamente enfebrecida por el deseo. Mi rostro era un poema, estaba hipnotizado, mis gemidos se escapaban de mi boca sin yo darme cuenta, perdido en tu expresión de lujuria tan agresiva como morbosa, y me sentí tuyo, notando como me apretabas dentro de ti, llenando aquel claro de tus gemidos con tu pelo flotando a mi alrededor acariciando mi piel, y tus pechos balanceándose, hasta que en un momento dado te echaste hacia atrás clavando tus uñas en mi piel y noté como te corrías, sumando mi orgasmo al tuyo ante aquel festival de contracciones que terminaron haciéndome estallar de placer. El silencio tras la tormenta nos devolvió a un mar en calma, con su rumor arrullándonos, sobre mi pecho donde amas estar, abrazada a mi sin dejar de notarme en tu interior mientras las olas retrocedían lentamente en nuestro primer día de playa que solo acababa de comenzar.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Tus labios.


Bésame tanto que exhalen los pesares de mi ser
bésame hasta que olvide mi nombre, hasta que marques mi piel,

Tus labios que conquistan reinos, que derriban fronteras,
labios por los que guerras se libraran, con los que la paz se firmará, 
labios por los que delirar, con los que la cordura recuperar.

Firma de demonio hecho mujer,
Travesuras tras las comisuras que aceleran con su dulce hiel,

Bésame tanto que el ahora se haga ayer.
que la noción del tiempo se borre, que el reloj se ahogue
 pero que en ellos permanezca mi ser.

Una noche en la ópera.

Lo que van a leer a continuación, es un detalle de un cuadro inmenso que lleva pintándose siglos. Dicho cuadro es un conjunto de retablos que narran nuestra historia. En esta historia hay dos bandos, representan la misma lucha ancestral que llevamos oyendo durante siglos, el pulso entre la luz y la oscuridad. Trasciende incluso a la creación del mundo empezando como una mera disputa entre Dioses hermanos, y que pasa a ser una guerra fría y calculada en el momento en el que se crea al hombre.


Dada la complejidad y la inmensurable cantidad de tiempo que ocupa dicha batalla, el narrador se ha centrado en los momentos más críticos de dicha lucha, una serie de retablos que comienzan con la conquista de un alma por parte del Dios de los siete infiernos. Hay figuras y héroes en ambos bandos, que luchan por romper el delicado equilibrio acordado entre los hermanos, con el fin de hacer de su causa una realidad constante y gloriosa que al margen de la voluntad de los hombres termine declarándolos vencedores sobre sus almas y vidas.

La escena nos transporta a nuestra realidad, un mundo tangible y ordenado diseñado para ser percibido por nuestros sentidos sin que nuestras mentes se vean desbordadas, ya sea por la magnificencia y la rectitud ciclópea de las líneas que caracterizan al reino de los cielos, o por el caos y la anarquía de las formas de los siete infiernos. Nuestra joven protagonista, discípula del diablo se posa sobre las abarrotadas calles de la ciudad sin ser advertida por los transeúntes que la rodean afanados en sus propios asuntos.


Advierte que no hay rastro de su nueva condición, vuelve a sentirse y a verse como una vulgar humana y eso la apena por un instante. No obstante sus pensamientos se distraen en cuanto posa sus ojos en quien toma su mano. A su lado está quien la guía y da sentido a su nueva vida, a elegido una forma humana que le quita el aliento, moreno y de pelo revuelto e indómito su engañosamente joven Amo la mira desde un rostro humano de ojos glaucos, con una sonrisa divertida de cabrón que hace que partes de ella palpiten con un deseo de vida propia humedeciéndola.

-Bienvenida de nuevo a casa ¿Qué se siente al volver a la realidad de los hombres? - dijo mientras tiraba de ella con suavidad para sentarse sobre el respaldo de un banco en un parque mirándola de arriba a abajo con el aspecto que la enamoró y le hizo desearla.

-Es... extraño... han pasado muchas cosas desde que me encontraste, pero... ¿Por qué soy humana de nuevo? - dijo con un tono de molestia en su voz.

-Oh no... tu ya no eres humana... tu corazón y tu alma no lo son, pero eres como una pequeña flor que acaba de brotar, aun tienes que madurar y vencer las limitaciones que tienes en este reino, es un proceso largo y divertido, más no te preocupes yo mismo te guiaré en el y servirás a mi causa.

-Amo...- dijo con una risa mal disimulada - ¿Podría dejar de usar ese lenguaje tan... del siglo diecisiete? No estamos en el renacimiento... y van a mirarle raro - dijo mientras jugueteaba con las solapas de su camisa con la mirada entornada alzando los ojos para encontrarse con los de él y suspirar al verle sonreír de nuevo. ¡Era incapaz de resistirse a esa sonrisa y a aquella forma de mirarla, y para colmo por más que intentara hacerlo rabiar al final siempre era ella la que acababa estándolo!


-Tienes razón, me he llevado mucho tiempo encerrado en esa maldita prisión... Pero no tardaré en volver a hacerme a esta nueva época - Sus ojos se posaron sobre una banderola que colgaba de una farola en mitad de la avenida - Fausto, de Goethe, da gusto ver como los clásicos y el buen gusto nunca pasan de moda - dijo riendo volviéndose hacia ella, ensanchando su sonrisa con un brillo peligroso y divertido en sus ojos que la hizo estremecer sabiendo que nada bueno tramaba -¿Quieres ir a la ópera?

Ella asintió emocionada, nunca había ido a la ópera y siempre había tenido ganas. Sin embargo, no tenía nada de dinero encima, estaba a kilómetros de su casa y no llevaba ropa apropiada. Se lo hizo saber algo tímida por poner pegas, pero Él con su despreocupación habitual le dijo que no era ningún problema. La llevó a una sofisticada tienda donde todo debía valer un riñón y parte del otro y mientras no paraba de coger vestido tras vestido como si fuera navidad, se fijó en que hablaba con la encargada del lugar. Estaba muy cerca de ella hablándole en voz baja y por lo que parecía la mujer se aferraba al mostrador con los nudillos blancos presa de la agitación, como si estuviera teniendo un orgasmo solo con oír sus susurros. Puso los ojos en blanco y deseo poder tener sus garras para hacerle una nueva cara a aquella mujer que tanto estaba disfrutándolo.


Cuando volvió a Él le dijo molesta -¿Haciendo amigas? ¿Te parece bonito? - no podía evitar sentirse posesiva con el mismísimo diablo y sabía que no era más que una hormiguita bajo su mano, pero ¿qué podía hacer? La había derretido con sus promesas y su fuego y ahora vivía y respiraba por Él - No me decido... son tantos y tan bonitos... Y nunca he ido a la ópera ¡no se que lleva la gente allí!

Él sonrió y se acercó para besarla haciéndole olvidar su enfado en un segundo del que solo quedó un gemido de protesta que rápidamente se convirtió en placer -Puedes comprarte uno... o todos... tan solo estaba encargándome de abrir una línea de crédito ilimitada. Tengo entendido que no es algo que hagan con todos los clientes - sonrió malicioso mientras ojeaba los vestidos, acariciándolos y sopesándolos entre tus manos. De todos ellos extrajo uno -Este, y no hace falta que lleves nada debajo - sentenció pícaro enseñándole un vestido de tirantas que ella había desechado por ser demasiado corto y con un escote tan generoso que derretiría al hombre más controlado.

Salieron de la tienda con una imagen completamente nueva, Él vestido de esmoquin emanando autoridad y llevándola del brazo, ella con aquel vaporoso vestido que a duras penas cubría su sexo ya húmedo ante su imponente talle y sus planes secretos, relacionados seguramente con su ausencia de ropa interior. Lo miraba completamente arrobada mientras caminaban hacia el teatro.


Cuando llegaron tras unas breves palabras con el encargado de revisar las entradas fueron guiados hasta un palco superior privado donde gozaron de la intimidad y las atenciones de la clase VIP -Vaya... veo que ser el malo recompensa generosamente - dijo ella mientras acariciaba su mejilla y lo besaba incapaz de resistirse durante más tiempo a sus labios.  -Uno tiene sus recursos - dijo con una sonrisa mientras sus dedos se deslizaban por sus muslos y se introducían en su empapado sexo sin previo aviso, arrancando un gemido de placer silencioso que murió en la oreja de su torturador.

La llevó hasta el borde del orgasmo mientras su respiración se agitaba y su mano se veía obligada a apretar su boca para no llamar al revuelo en aquel lugar público. Cuando separó su mano de ella la puso en sus labios y esta lamió golosa mirándole con lascivia moviendo su lengua como si tuviera su miembro atrapada entre sus labios buscando encenderle y provocarle. Notó como su sexo se contraía y se relajaba, como palpitaba deseando apretar toda su virilidad y se vio obligada a cerrar las piernas para acallar aquellas súplicas de su cuerpo.


-Nada de eso... -dijo Él mientras separaba sus piernas susurrando juguetón después a su oído - En pie, han llegado los músicos y la obra va a comenzar. El tomó sus manos y las apoyó sobre el alféizar del balcón mientras sentía su aliento en su cuello y su miembro frotándose libre contra su culito y su sexo haciéndola perder la razón de deseo. Todos los demás se habían sentado, la ópera había comenzado y ella estaba presa de sus manos y de su cuerpo, sin poder siquiera girarse para besarle y dar fuga a aquella pasión abrasadora.

La aria de la obra sonaba, mientras la gente se deleitaba en aquella sinfonía, Él había comenzado a azotarla sonoramente haciéndola apretarse al balcón silenciando sus quejidos con las piernas separadas y el sexo brillante de húmedo placer. Sintió como sus dedos comenzaron a penetrarla sin compasión, ya no era capaz de discernir cuantos de ellos se dedicaban a darle placer, incluso notó como penetraba también su culito haciéndola enloquecer con aquella sensación al sentirse llena de Él, rogando más mientras volvía la cara para intentar besarle y suplicarle que no parara, que se la follara allí mismo haciendo con ella lo que le diera la gana.

Se sentía suya... se sentía morbosa y elegante, preciosa en sus manos -Mmmmh mi pequeña perra del infierno... ¿Quieres la polla de tu Amo? - dijo mientras salía de ella para comenzar a frotar su glande contra su sexo entreabierto y deseoso de acogerle -Sí, Amo... démela por favor... se lo suplico... fólleme ya... lo deseo... lo necesito... - sus palabras morían en susurros mientras sus ojos brillaban como si estuviera a punto de echarse a llorar de urgente necesidad. Él satisfecho por su voluntad que servía a sus deseos por retorcidos y prohibidos que fueran, entró en ella de una embestida, haciendo que un grito de placer y dolor se perdiera entre las alzadas notas de la obra que comenzaba a subir el ritmo a la vez que el se la follaba embistiéndola con dureza, cogiéndola del cuello y del pelo como el juguete que era en sus manos.


Notó como su sexo estallaba en un orgasmo intenso y placentero, cayendo desfallecida sobre el balcón con los ojos cerrados, sin aliento, todo oscuridad y calma tras la tormenta, sujeta de las caderas y abrazada de sus hombros y cuello por su Amo, que aun dentro de ella, le hacía notar como se contraía contra su miembro endurecido, haciendo que aquel gesto alargara un orgasmo que no quería acabarse volviendo sus piernas temblorosas e inestables pero a salvo en su abrazo.

Sin más que un minuto para descansar, Él la cogió del pelo y la arrodilló mientras esta se balanceaba aun ebria de placer, abrió los ojos y miró hacia arriba, los ojos de Él brillaban en la penumbra con la luz del infierno, su sonrisa era puro vicio y morbo, peligrosa, evidenciaba su poder y sus palabras susurrantes llegaban hasta ella a pesar de la música con órdenes que su cuerpo obedecía imperioso sin una réplica -Abre la boca puta... - Ella gimió sintiendo como su sexo pulsaba ante aquellas palabras totalmente conmovido y excitado de obedecerle - Sí, Amo...


Tomándola del pelo comenzó a follarse su boca al ritmo que deseaba marcar, sacándola y soltándola para que pudiera jugar con ella hasta que finalmente en el punto álgido de la obra su placer estalló en los labios de ella dándole a probar su sabor. Nunca le había gustado... y aun es capaz de reconocer que el recuerdo de aquella sensación, de su sabor, de su tacto le desagradaba, pero desde que se convirtiera en su esclava satisfacer sus deseos hacía dulce cualquier cosa. Le saboreó y se alimentó de su esencia notando como la reconfortaba por dentro. Tras limpiar hasta la última gota de su néctar Él la tomó de la barbilla y la besó, se sentaron, adecentaron y disfrutaron de lo que restaba de aquella maravillosa noche en la ópera.


Tu placer.



Tu placer es como una corriente de luz que desborda por cada poro de tu ser,
tu piel se eriza, tus ojos se dilatan, tu boca se entreabre y de ella emana música para mis oídos.

Tu placer es una marea salvaje y embravecida, contenida a duras penas por la presa de mi mano en tu boca. Se lee en tus ojos, se humedece en tu sexo, se agita en tu pecho.

Tu placer es negado, se acumula y se tensa en tus músculos, se contrae en tu vientre y palpita en tu sexo. Se demuda en ruegos mudos o apasionados deseando expandirse a los confines del universo.

Tu placer es tu verdugo, te desmaya, domina tus palabras, tus sentidos, tus acciones y tu cuerpo.
Juguete en sus manos dócil sirviente a las ordenes de tu verdadero Dueño.

Tu placer es la llave a un mundo de sensaciones indefinibles, de susurros y gemidos acallados,
de respiraciones apresuradas, de suplicas, de llantos, de risas, de morbo y de excesos.

Tu placer es perfecto.

Tu piel.


Tus manos a tu espalda, cruzadas, atadas por un lazo invisible,
entrelazadas por la entrega y el deseo de la espera, el deseo de mi tacto,
que te eriza y que tu boca entreabre en muda súplica de más y mejor,

El lienzo para el color que tanto adoras, 
brindado por bocados, azotes, pellizcos o el simple contacto de mis manos,
mi esencia parte de tu ser, el color que te ha dado nombre y te ha hecho mía,

Y ya no podemos negar ni tu ni yo, que nos ha superado, 
que hoy suspiramos por unir nuestros cuerpos,
y nuestras almas, juntas brillan más que el mismo sol,

Que los cielos sean testigos de nuestra entrega y nuestra pasión,
 las estrellas declaran el sincero latir de nuestro pecho cuando nuestras miradas se encuentran
y como la luna y el sol siempre juntos... tu... y yo.

martes, 29 de octubre de 2013

¡Qué noche la de aquel día!

Premiere 'The Cove Reunion at Studio Eris' from Mikel on Vimeo.

Deseo entrelazado.

Aquella noche mientras cenábamos llovía torrencialmente, tras un largo día de haber madrugado estábamos cansados y apenas si decíamos palabra. Así que me dediqué a mirarte mientras comías, sabiendo que aquello te hacía rabiar al oír y sentir mis labios esbozar sonrisas divertidas. 

-¿De que te ríes? ¿Déjame cenar no? Anda dime que vamos a hacer luego cuando lleguemos a casa - dijo ella dejando notar una mal disimulada y pícara insinuación. Sonreí y decidí seguirte el juego.

En aquel pequeño bar abarrotado de turistas y gente que discutía acaloradamente entre risas y voces alzadas, acerqué mi mano a la tuya y comencé a dibujar líneas invisibles mientras narraba muy cerca de tus labios, tan cerca y apoyado sobre tu frente que paraste de comer para saborear mis palabras.

-Cuando lleguemos... Iremos derechitos hacia el baño, nos quitaremos esta ropa húmeda y desagradable y nos meteremos bajo la ducha... Bien apretaditos, sintiéndonos, mientras mis manos desnudas enjabonan cada centímetro de tu cuerpo, mis labios besan tu cuello y mi boca lo muerde- dije con esa sonrisa de cabrón que se que humedece tus braguitas.


Poco después de aquella breve narración ya habíamos pagado y nos dirigíamos hacia casa. El clima otoñal apoyó mi sugerente historia y con un gemido te abrazaste a mi buscando mi calor tiritando y lamentando no haber cogido nada de abrigo.

-Tranquila, en unos minutos estaremos bajo la cálida lluvia de la ducha - dije pellizcando la suave piel de tu cintura mientras apuraba y tiraba el cigarrillo y sacaba las llaves de casa con un tintineo revelador.

Mientras te desnudabas y te preparabas aproveché para refrescarme ya que mi cuerpo reaccionaba excitándose, anticipándose a lo que iba a ocurrir entre aquellas paredes de cristal. Calentando el agua y sacando tu toalla, te llamé suavemente un par de veces deseoso de apretarte contra el frío azulejo y sentirte besándote y mordiéndote con avaricia. 

Cuando entraste me apoyé sobre la puerta de cristal y me quedé admirando como desnudabas tu cuerpo mordiéndome el labio. Necesitaba apretar aquellas caderas, acariciar tus piernas, perder mi boca y mis labios entre tu piel, erizando tus pezones y mordisqueándolos con suma suavidad, dejando que mis dedos tocaran tu clítoris con aquella levedad que te recorría como una corriente eléctrica haciéndote gemir en un quejido de placer irresistible.

Pero volviendo a la realidad tu entraste y prometí parte de mi promesa acariciando tu cuerpo enjabonándolo con la lentitud de un amante experto, buscando prolongar las caricias y las sensaciones en cada parte de tu cuerpo, aplicando presión o un suave roce, pellizcando, acompañándolo de mis labios o mis dientes, dejándote notar mi virilidad.


Terminaste apoyada contra los azulejos, mis manos se deslizaron recorriendo tus hombros y tus brazos hasta apretar la palma de tus manos contra la pared.

-Quietecita... Voy a jugar con tu cuerpo - susurré a tu oído sonriendo mientras apretaba uno de tus pechos y mordía el lóbulo de tu oreja.

En aquella situación sintiendo como el agua recorría tu cuerpo y tu pelo mojado caía sobre tu espalda volviéndote sensual e irresistible, comencé a acariciar mi excitación mordisqueando tu hombro y tu cuello, masturbándome contra la sedosa piel de tu delicioso culito mientras te apretaba contra mi.

Mis gemidos se derramaban junto al eco de la ducha llenando tus oídos, la excitación de usarte como lienzo de mi placer hizo que no tardara en correrme, sentí mi calidez derramarse sobre tu piel abrazándome a tu cuerpo entre gemidos de un placer tan intenso que me hizo desfallecer aferrándome a ti para sentirme sujeto a algo con tal de no perder la cordura.


Tomándote de las caderas volví tu cuerpo y te besé buscando el aire que le faltaba a mi cuerpo en el dulce y gustoso contacto de tu boca y la mía apretadas en una lucha deliciosa. Me sonreíste y llevando una mano a tu sexo me mostraste cuanto te gustaba ser mi juguete, no solo el agua te empapaba, la excitación hacía de tus rincones más íntimos un mar de deseo.

Lavé tu cuerpo nuevamente y tras terminar de ducharme te dejé allí sola para ir a la habitación. Y desnudo y aun húmedo me tumbé a esperarte sobre la cama, deseando devolverte aquel orgasmo perfecto arrancando uno tuyo hasta que reposaras satisfecha y feliz sobre mi pecho.

Llegaste a mi envuelta en tu toalla y tras unos instantes de secarte me perdí entre tus piernas, hambriento de tu húmedo placer, comencé a lamer tu sexo haciendo que cerraras los ojos y siguiendo tus caderas mis dedos completaron aquella dulce tortura. Tu sabor y tu aroma me inundaban, me hacían sentirme extasiado de tu deseo y me hacía ser más firme y más duro con tu sexo, implacable y devastador hasta que entre gemidos alzados y movimientos me anunciaste un largo y placentero orgasmo que murió contra mis labios y mis dedos dejándote plena en mis brazos, preparada para entregarte a un sueño reparador bajo mi atenta mirada y caricias.

lunes, 28 de octubre de 2013

Historias Prohibidas #003.

La mujer había sellado inocentemente aquel pacto con sangre y el pergamino se convirtió en cenizas. Había perdido su voluntad y no lo sabía.

El acudió a su desesperada llamada, portando la tormenta a su alrededor mientras la lluvia calaba el cuerpo de la mujer marcando sus curvas.

Un rostro se dibujada en una densa cortina de agua se aproximó a ella. Aquella sonrisa y aquellos ojos parecían burlarse de ella.

Su pulso se aceleró y comenzó a respirar superficialmente. Cuando aquel ser se materializó frente a ella alargando su mano se desmayó.

Juraría que antes de perder el conocimiento aquel demonio la cogió en sus brazos. Se encontraba desnuda sobre la fría piedra de un altar.

El papel pintado de la realidad sugería un templo en ruinas en un bosque, pero tras los bordes ajados y levantaos se veía el infierno.

El diablo comenzó a tocar su cuerpo. Sus manos ardientes encendieron su piel y mojaron su sexo en cuestión de segundos. Le miró desafiante.

Este rió y tomó su mejilla con desdén y una sonrisa divertida -Mis víctimas no suelen tener tu carácter, estoy seguro de que me divertirás.

7 habitaciones bastaban para derrumbar sus voluntades, y un millar de manos la transportaban de una a otra tocando y castigando su cuerpo.

En la primera habitación castigó su cuerpo a golpe de látigo atada en cruz, un guiño a su fe de juguete que ningún valor tenía allí.

Lagrimas y rabia en la 2da, privada de su vista de su habla fue follada por el diablo con su cola y miembro mientras suplicaba en silencio.

En la tercera ya era una muñeca obediente, el le había susurrado que sería su esclava, suya lo que el deseara. Allí nunca faltaba trabajo.

Habitación tras habitación su voluntad se quebró, su cuerpo se transformó, su humanidad se perdió. Ahora era la zorra de su poderoso Amo.

Se había convertido en su sierva y algo de su esencia había penetrado en ella junto con su cálida leche inundándola, ya no era humana.

Ella le miró con gratitud y adoración y lamió su enorme polla mientras este acariciaba su mejilla sonriendo satisfecho -Eres mi mejor obra.

777 es la marca de este demonio, su deseo era que hasta el infinito aquella mujer fuera su reina, la princesa de las succubus.

La esencia de incontables hombres y mujeres sería absorbida por aquellos labios que ahora ya no destilaban inocencia, solo lujuria.

Y su Amo y Señor más poderoso dejaría su reino subterráneo algún día para derrocar el patético gobierno de los cielos.

Angeles caerían seducidos a sus pies postrados, sin voluntad para vivir, de todas ellas la mejor, aquella humana. 




domingo, 27 de octubre de 2013

La petit mort.


Una noche llena de sorpresas.

Llevamos juntos el suficiente tiempo como para saber que somos celosos a la hora de que otros nos miren siquiera con algún mínimo interés. Aun recuerdo cuando empezaba a conocerte y aun cuando no eras Mía ni yo Tuyo, sabía a ciencia cierta quien te lanzaba una indirecta mal disimulaba con intenciones de llamar tu atención. Lo reconozco, me entraban ganas de cogerte y besarte delante de todo el mundo, de ponerme delante tuya como si fuera un escudo humano y decir… dispara otra vez… dispara si tienes lo que hay que tener. Y no es que yo desconfiara de tu fidelidad, sabía que tu preciosa mirada estaba puesta en mi cargada de sentimientos únicos, al igual que mis ojos solo brillaban de aquella forma cuando acariciaba tu preciosa cara aniñada con los míos.


Curiosamente el tiempo y la estabilidad, el deseo de más, y esa eterna curiosidad ardiendo en nuestros corazones nos ha llevado a plantarnos frente a las puertas de un limite tan morboso como peligroso si uno no domina las emociones y los instintos. 

Era una pareja muy agradable, nos trataban de forma educada y demostraban una inteligencia y una gracia que rápidamente hizo de ellos nuestros amigos. Las conversaciones se fueron sucediendo, tu con ella, yo con el, viceversa y todos mezclados. Con la confianza, el sexo no tardó en aparecer, sus limites, nuestros limites, sus fantasías, las nuestras… Cada vez que conversábamos se nos quedaba una cara de admiración y de envidia bastante cómica. Como fuera… al final acabaron liándonos… Nos convencieron para salir una noche de fiesta con la condición de que en aquella ocasión ellos elegirían el lugar. 

Acabamos en ese lugar que ambos siempre habíamos querido visitar, como si fuera el templo prohibido de uno de los misterios más seductores y vedados a unas pocas mentes y cuerpos privilegiados. El club rebosaba ambiente, nos fortificamos con nuestras bebidas de costumbre en un rincón privado e intimo, incapaces de dejar de mirarlo todo llamando la atención. Por doquier las parejas bebían, charlaban, bailaban de forma bastante provocativa y compartían momentos poco discretos de intimidad que no hacían sino subir la temperatura. 


Nos miraban con una sonrisa, nos veían como dos niños en el día de navidad, ella sentada frente a mi y tu frente a el. El decidió alzar la copa y brindar para romper aquel silencio y ella con su suave y elegante voz comenzó a sacar tema de conversación. Las puyitas no tardaron en volar, primero en su dirección cuando el te dijo lo preciosa que estabas, y no le faltaba razón, escogías aquellos escotes para torturarme y al mismo tiempo hacerme sentir orgulloso de aquellos gloriosos pechos que insinuabas solo para mis manos y mis labios. Sus ojos lo notaron. Reaccionaste con una sonrisa y a la vez con ese rubor tan tuyo de cuando te lanzan un piropo. 

Yo la ataqué a ella y fui un poco más allá espoleado por su elección de ropa, así que medio en serio medio en broma le dije que lucía unas piernas de infarto y que sostenían un cuerpazo de escándalo y con muy buen gusto para lucir aquellas prendas.  Ella te miró a ti primero como juzgando tu reacción ante mi atrevimiento para saber si continuar con aquel divertido juego de seducciones, le sonreíste y ella te guiñó un ojo, tengo que reconocer que cuando os ponéis de acuerdo no pasa nada bueno… Separó las piernas ayudado por su Amo y ante nuestros ojos nos desveló su coñito depilado y perféctamente expuesto. Estuve a punto de derramar la cerveza, vaya si os reísteis…

Tras un rato de charla más tranquila ella fue al baño contigo, momento en el que el y yo cambiamos miradas y palabras prendidas de significado. No se muy bien que ocurrió en el baño, el caso es que cuando llegasteis cada una cogisteis al otro y tirasteis de nosotros hacia la pista de baile. Lo siguiente que sucedió roza lo obsceno con mucha elegancia. No dejasteis en ningún momento de pegaros a nuestros cuerpos que poco a poco fueron incendiándose con el roce de aquellas piernas, nuestros miembros mal disimulados eran apretados contra vuestra piel e incluso contra vuestras manos. Eso y las palabras susurradas al oído provocando escalofríos en ambas parejas hizo que todas las manos se tomaran libertades y contraatacaran. 

Salimos del local entre risas y sofoco, nos montamos en su coche, de hecho… me montasteis en la parte de atrás y mientras el arrancaba y salía en dirección aun no se a que parte, empezasteis a besar y morder mi cuello, mientras vuestras manos acariciaban mi polla liberándola de su prisión. El ajustó el retrovisor para no perder detalle en cada momento que podía desviar su atención, y allí mismo ante sus ojos y los míos incrédulos, devorasteis lentamente mi polla compartiéndola como si fuera un tesoro, arrancando de mis labios gemidos y la palabra joder con suma facilidad.  


El camino fue tan corto que no llegué a correrme, ahora estaba cien mil veces más excitado que antes, cuando salí del coche os propiné una palmada tan fuerte a las dos en sendas nalgas que notasteis la piel vibrar con el calor de mi mano bien marcada en vuestra piel. El se río y me pasó la mano por el hombro… “Tendrás tu justa venganza… no te preocupes que te ayudaré a defender nuestro sexo” Me reí, siempre había lugar para una frase ocurrente y la camaradería con el, y lugar para la ternura, la comprensión y la picardía con ella. Estábamos en su chalet. Entramos y encendieron las luces, os fuisteis desnudando ambas mientras nos marcabais el camino hacia una enorme cama donde os tumbasteis la una al lado de la otra para mostrarnos lo excitadas que estabais. Podía ver como vuestros coñitos brillaban húmedos de aquel morbo. El y yo nos miramos en mudo asentimiento y cambiándonos de sitio, rápidamente luchamos para abrir vuestras piernas sin mucha resistencia, y lentamente con el lento fluir de nuestras lenguas y nuestros torturadores dedos fuimos arrancándoos gemidos de placer, preparándoos para lo que estaba por venir.  

Cuando creímos vengado mi honor levantamos nuestro rostro y fundimos nuestras lenguas con las vuestras para daros a probar vuestro dulce sabor con morbo y calidez. Luego, esta vez sin miramientos, os pusimos a cuatro patas, la una frente a la otra, de manera que podíais ver la escena del otro ante vuestros ojos, y la vuestra propia por aquellos impresionantes espejos que habían en las paredes de la habitación. Mirarais donde mirarais os sentíais acorraladas, sujetas del pelo con fuerza, azotadas sin piedad mezclando dolor y placer por la intensidad de la follada que recibíais en vuestro interior. 

Caísteis de lado respirando con dificultad, deseando más, rogando sin palabras que os permitiéramos correros, os mirabais entre risas que se vieron rápidamente interrumpida mientras os aferrábamos y de rodillas os penetrábamos duramente, ya no sabíais donde agarraros y para tu sorpresa, ella se agarró a tu rostro y apoyando su frente en la tuya te besó una larga vez para gemir luego enterrando su cara en tus cabellos, podías escuchar perfectamente el placer que lo que siempre había sido Tuyo ahora le daba a tu amiga “Dios” “Me está matando” “Que Cabrón… Fóllame más ahhhh” La atmósfera no podía resultar más erótica entre la virilidad masculina en plena acción, vuestras preciosas curvas con encajes y ligueros y vuestros gemidos entremezclados. Podía sentir como iba a llegar el orgasmo, los movimientos eran más rápidos y los gemidos más alzados, ella comenzó a torturarme a buscar exprimir aquella dulce leche que tanto deseaba sentir derramándose en su interior, y su coñito se aferró a mi polla, húmedo, fuerte, vicioso, provocando mi orgasmo en una explosión de placer y gemidos mientras caía sobre ella y el increíblemente al mismo tiempo me imitaba abrazándose a ti y besándote repetidas veces a modo de agradecimiento.


No se cuanto tiempo permanecimos en silencio, las caricias se entremezclaban, al igual que los besos, ya no me importaba si era ella o era el, solo deseaba que aquella noche no acabara, y no acabó… Teníamos el resto del fin de semana para disfrutarles pues nos habían invitado a quedarnos todo lo que quisiéramos, aun tenía que probarle a el… aun tenía que ver como ella te dominaba… o como tu la dominabas a ella… ¡Dioses… quería ver, sentir y vivir tantas cosas que creo que un fin de semana no sería suficiente! Pero no es una cuestión de tiempo… Es que contigo… Nunca tengo suficiente.

sábado, 26 de octubre de 2013

Mil maneras de servirte.


Mi esencia de sumisión a ti está marcada por mi deseo de servirte. Puede que mi cuerpo no sea el más duro ante tus sádicas diversiones, aun así intento complacerte hasta en la más pequeña de tus necesidades, en cada uno de tus vicios y perversiones, en tus imposibles más deseados, en tu quehacer cotidiano. 

Es en este último aspecto donde más valor encuentro a mi entrega, donde más esmero y dedicación me nace, donde más feliz me siento de ver la satisfacción en tu rostro. Cada cierto tiempo lo reviso, lo replanteo y lo pruebo. 

Haciendo memoria, recuerdo mis favoritas, tus esenciales:


Cuando llegas del trabajo y el cansancio y los dolores de un día que parecía ser interminable te aquejan. Te desnudo con delicadeza, besando y acariciando tu cuerpo. Haciendo que se relaje y te llevo con cariño hasta el baño, donde te espera todo hecho, tu ropa de andar por casa, las velas, la música, el perfume del incienso. Quieras mi compañía o no a tu lado, sé que cuando salgas del baño tendrás una sonrisa de satisfacción por haber eliminado casi por completo tu estrés. 


Hay que ser más listos que el hambre, anticiparse a los deseos de la persona por la cual te desvives, sin que se dé cuenta. A veces requiere sutileza, por eso en una de tantas veces anoté mentalmente tu comida favorita, y esa noche pudiste saborearlo sin un solo esfuerzo.


Cada vez que sé que buscas un cigarro, soy quien lo coge primero y lo enciende y lo deposita en tus labios, incluso antes de tomar uno para mí.


Durante la sobremesa una vez estamos acomodados y amodorrado, me aparto de tu lado con cierta desgana y besándote voy a la cocina. En una bandeja dispongo una copa con tu bebida favorita, colocándola en tu regazo para acomodarme yo y luego verte disfrutar.


 Poco después de eso te llevo al dormitorio y tendiéndote en la cama te desnudo para comenzar a acariciar tu piel masajeando como tanto te gusta, con aceite que la deja tan suave y agradable al tacto. Si esto no te duerme, probablemente te haga desearme, desear fundirte con mi cuerpo, desear que nuestros sean solo uno hasta que acabemos agotados, satisfechos y abrazados.




En nuestros momentos de juegos e intimidad, siempre suenan tus canciones preferidas, las que crean el ambiente perfecto para que tu cuerpo y el mío, se enreden el uno en el otro mientras nuestros labios se funden en un millar de besos húmedos que aceleran nuestros pulsos.


Y finalmente, terminas en mis brazos, el sueño ha vencido y yo te sigo protegiendo y sirviendo entre ellos, acariciando tu piel, tu pelo… Disfrutando de verte dormir sin ninguna preocupación ni signo de agobio, solo la más pura y sencilla felicidad fruto de mis cuidados hasta en el más pequeño de los detalles.


¿Por qué tanto esfuerzo? Sencillamente porque nace de mi complacerte, porque te adoro.