Imágenes al azar.

jueves, 7 de mayo de 2015

Subespacio


Tu rostro es un espejo a mil emociones que me queman desde adentro... Puede derretirme con la ternura más pura e inocente o incendiarme devastadoramente con esos gestos y esas formas que tiene tu precioso ser de exteriorizar la zorrita viciosa que hay en ti esperando a ser llamada. 

Todo empezó con una inocente petición... con un dulce... ¿Quieres jugar conmigo Daddy? Yo ni siquiera estaba preparado para lo que estaba por venir, estaba cómodamente tumbado en el sofá vagueando puede que con una cerveza o con el cigarrillo electrónico entre mis labios disfrutando básicamente de no hacer nada hasta que las ganas de comer hicieran acto de presencia pero... ¿Quién soy yo para negarle nada a esos ojos? ¿A esa voz de niña buena e inocente que esconde tanto detrás?

Sonreí y te llevé de la mano hasta la habitación donde nuestros juegos prohibidos tenían lugar y allí en aquel espacio reducido te desnudé lentamente, empezando a sentir como mis ojos y mis manos tomaban posesión de tu piel, de tu deseo, de tu entrega... erizándola con la yema de mis dedos, humedeciéndola con mis sonrisas y mis miradas cargadas de perversas intenciones, mientras obediente y sumisa permanecías quieta y silenciosa dejándote hacer por el dueño de tu placer, temblando como una hoja deseosa de ser arrancada y mecida por la tempestad y la tormenta rugiendo en tus entrañas.

Solo desnudarte, vendarte los ojos, y anular tus sentidos para potenciar tus sensaciones... solo eso fue suficiente para que la máscara de Daddy atento y dulce cayera y en su lugar el lobo despertase. El lobo es esa criatura egoísta e implacable, ese monstruo creciente que se nutre de tu dolor y de tus ansias masoquistas, relamiendo sus labios mientras su enorme miembro se aprieta contra tu muslo, húmedo y viril, palpitando al unísono con tu hinchado clítoris dotado de vida por caricias, arañazos, mordiscos y sonrisas de velada y satisfecha crueldad.

Haciendo acto de presencia y dispuesto a ser el fruto de tus más dulces tormentos, con un tirón de pelo y mi mano sujetando tu cuello con fuerza centré tu espíritu en el medio de la más deliciosa vorágine agregando un duro bocado para después retirarme dejándote en una espera desesperada. 

Mis manos recorrieron los juguetes que esparcí sobre la cama sin orden ni concierto, consumido de puro caos y ansiedad por obrar maldades de las que dejan marca sobre tu piel. No necesité pensar mucho, mis manos tomaron las cuerdas ya algo desgastadas por el uso, desenrollándolas y acariciándolas, las fui estirando y alisando, preparándolas mientras observaba tu pecho subir y bajar con una respiración relativamente tranquila que me apresuraba a romper en un crescendo errático de un momento a otro. 

Recordaba las terribles ganas que tenías de que jugara con ellas en tus pechos y con rápidos y ágiles movimientos tracé círculos asegurando la cuerda contra ellos, apretándolos sin piedad deseando ver como la falta de circulación los amorataba sensibilizándolos para ser castigados y dotándolos del color que daba nombre a mis vicios y mis virtudes de dominante.

Me retiré para relamerme observando la obra de una mente y unas manos que obrando febriles y veloces sin necesidad de pausas ni reflexiones, dispuestas únicamente para llevarte a la cumbre implacables dejaron tus deseos de cuerdas bien atados. Parecías tranquila en el exterior, pero las señales ya estaban ahí, respirabas superficialmente por la boca y no por la nariz enseñándome la curva de tus deliciosos labios y tus dientes blancos. 

Me dispuse a acentuar aquella agitación amordazándote con esa bola ligera y llena de agujeros que dejaba pasar tu excitación en forma de plateada y dulce saliva a través de su curva silueta descendiendo por tu barbilla para concentrarse en su extremo y juguetear con la gravedad en imágenes tan morbosas como inocentes que hacían que me mordiera los labios con avidez...

Tomé entonces un rotulador y dibujé sobre tu piel las tiernas palabras que te hacían mía... "Daddy´s lil girl", dibujando un corazón en la última "i" y me maravillé de aquellas inocentes palabras brillando sobre los pechos de una mujer que en aquel momento se removía inquieta como una puta deseosa de ser penetrada. 

Y para completar aquel bonito cuadro de cuerdas, pintadas y pechos amoratados quise aprovecharme de tu sensibilidad creciente pinzando tus pezones con firmeza, deleitándome en la simetría de 3 y 3 pinzas por cada uno y en tu cara cambiando a cada mordida que te dieron al colocarlas y cada vez que las movía jugueteando con ellas con una sonrisa despiadada.

Satisfecho me volví a mis juguetes y en el caos encontré el orden, tomando el flogger que tanto me gustaba y acariciando sus muchas tiras de cuero flexionándolas y balanceándolas mientras me acomodaba y situaba a la distancia adecuada. Las tiras restallaron con firmeza contra tus tetas haciéndote lanzar un fuerte gemido de placer, y se sucedieron una y otra vez alternando el ángulo, la firmeza, de una caricia leve a un golpe seco y picante, llenando las pausas con mis dedos contra tus pezones pellizcándolos y haciéndote gimotear como una perra llorosa rogando más fuerza, más intensidad, más placer...

-¿Te gusta puta? ¿Estabas deseando que torturase tus tetas verdad? *dije subiendo mis manos a tu mandíbula para tomarla con firmeza mientras mis dedos abrían tu boca y la exploraban recorriéndola lascivamente sonriendo ante tus gemidos ahogados como toda respuesta. No la necesitaba... Escupí en tu cara complacido y te observé relamerte como una perra gozosa, como un animal al que se le lanza el más rico manjar, entre respiraciones agitadas... 

Alterné mis manos y los juguetes que había traido para azotar no sin antes percatarme de que al estar en aquellos días del mes la humedad de tu sexo empapado se entremezclaba con el color y el aroma de la sangre... y aquel aroma que inundaba la habitación... aquel olor de hembra excitada, sumisa, emputecida, y domada me hacía enloquecer... Retiré la mordaza y la dejé descansar atada sobre tu cuello como un húmedo collar testigo de la lascivia que se acumulaba en tu boca. Derramaste tu saliva sobre tu pecho y yo me apresuré a lamer lo que quedaba en tu barbilla y a escupir en tu boca para besarte cogiéndote de las mejillas volviendo a darle voz y coherencia a tus gemidos y tus súplicas.

Un pensamiento igual de rápido que todos los demás cruzó mi mente y antes de que tuviera tiempo de plantearme como hacerlo enchufé tu juguete favorito a la corriente, ese hitachi curiosamente de color morado que apreté y aseguré entre tus muslos con una orden no menos firme y dura en mi voz -Cruza las piernas y no se te ocurra separarlas...-dije mientras lo accionaba y me retiraba para ver el efecto incapaz de reprimir una carcajada de esas que denotan que el lobo es un encantador sádico hijo de puta sin sentimientos.

Mis dedos juguetearon con las pinzas nuevamente mientras te removías y te encorvabas bajo el intenso vibrar de aquel tortuoso juguete apretado entre tus piernas y los labios de tu coño y estimulando sin piedad tu clítoris. Azoté con fuerza tus pechos que lucían pequeñas marcas de sangre tan exaltada bajo la piel como los gemidos convertidos en pequeños grititos de placer que exhalaba tu amordazada boca -Ni se te ocurra encorvarte... te quiero recta como una puta vara- dije colocándote con un tirón del pelo y alzando tu rostro.

La sangre entremezclada con tu excitación y tu humedad había descendido inadvertida para ambos lentamente por tus muslos apretados mientras yo me deleitaba desatándote, acariciando tu piel en cada pasada que liberaba lo que antes había hecho mío restringiéndolo, la idea era dejar a tu piel y tus pechos respirar, pero tu vicio no conocía limites en aquella sesión, y mis ganas de empujarte, de enloquecerte, de romperte no tenían fin... Rodeé tu cintura con un par de pasadas básicas y enseguida dirigí la cuerda a tus muñecas enlazándolas con la suave pero firme opresión de las fibras algodonadas e inmovilizando tu poca voluntad de escapar o reaccionar ya de sobra evaporada por la tensión que empezaba a alcanzar la sesión. Volví a atar tus pechos con lo que restaba de cuerda, en pasadas rápidas, improvisadas pero firmes que no venían en ningún libro ni tutorial, trabajando con lo que mi imaginación disponía para hacerte mía ferozmente.

Mis dedos se hundieron contra tu húmedo y empapado coño y apretaron tu clitoris mientras aun sostenías el hitachi temblorosa y derretida, gimiendo desconsolada, babeada, y mareada de todas aquellas emociones que ocupaban un tiempo abstracto en aquel reducido espacio que era nuestra habitación. Pero yo no necesitaba gran cosa, no necesitaba herramientas de experto, no necesitaba un espacio más amplio para actuar sobre ti (y recuerdo que solo decirte esta frase hizo que te mojaras profundamente), tu y yo y mis gastados y preciados juguetes eran más que suficiente...

El momento de parar llegó, y cuando te desaté y quité el hitachi, toda la tensión, toda la fuerza, toda la lascivia, todas las respiraciones contenidas, los regueros de saliva, el flujo, la sangre, mi polla endurecida contra tu piel, mis uñas marcando tu espalda, tu entrega, mis ansias de romperte... se quebraron en tu pecho... Tenía delante de mi la personificación del subespacio, drogada y débil apenas sujeta por tus piernas pero firmemente agarrada por mis manos... con los muslos cubiertos de sangre y flujo... 

Te llevé a la ducha y allí lavé tu cuerpo lentamente mientras te hablaba y te miraba atento a cada detalle. No estaba preparado para todas esas sensaciones, sentí como rompiste a llorar entre mis brazos mientras te apretaba acunada contra mi pecho, y aunque no fuera la primera vez que aquello ocurría... nunca había sido de forma tan intensa. Te sentía temblar como una hoja, deshaciéndote apretada contra mi ser. Mi temple se resquebrajó en el momento en que dijiste sentirte mareada, con los oídos zumbando y la visión sumida en ese blanco fruto del shock y la bajada de tensión. 

Pero pese a todos los temblores que vinieron a hacerse sitio en mi cuerpo, en mi voz y en mi mente por lo general aprehensiva, mis manos tomaron el control de la situación, terminaron de bañar y limpiar tu cuerpo y te acompañaron hasta el sofá arropándote con una manta y besándote mientras Daddy volvía a tomar el control firmemente compartido con el Lobo para cuidarte. Te abracé desde la espalda contra mi cuerpo y te dejé reposar mientras te acariciaba y te hablaba sobre lo que había sentido, sobre como había sentido la felicidad en tu gozosa lujuria y en mi fiera dominación, sobre como había roto los límites de mi contenido y aun por explorar lado sádico. 

Cuando por fin dejaste de temblar me puse en pie y te dejé viendo un poquito de televisión para no pensar y desconectar... Seguía sintiéndome eufórico, increíblemente controlador hasta para hacer un kilo de pasta cocinada con amor y dureza  que por cierto quedó deliciosa y que nos duró comida y cena... (A esas alturas eran las cinco y media de la tarde.... Una sesión se nos había comido el sentido del tiempo y lo había escupido a placer deformado y relativo). 

Disfruté viéndote comer en silencio valorando casi tanto la pasta como mis miradas de preocupación y protección, y danzando retiré los platos en un abrir y cerrar de ojos y te llevé a la cama donde yacimos aun comentando con cansancio todo aquello hasta que la tranquilidad de saberte segura volvió a mi y curiosamente... me dormí agotado y tu permaneciste despierta a mi lado... 

Ahora pensando en frío y más allá de esta gloriosa última sesión siento ganas de más... quiero entenderlo todo mejor, quiero saber como funciona y volver a  provocarlo de otras maneras... las ideas me rondan y se agolpan en mi mente, y tu rostro... tu rostro sigue vivo en mi mente como expresión pura de mil emociones que me hacen sentir Daddy, lobo, sádico, protector, amigo, compañero, amante, y mil roles entremezclados que desembocan en inevitables sonrisas de satisfacción sabiéndote una de las personas más importantes de mi vida. 

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