Imágenes al azar.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Un morboso día de playa.


Aquel verano teníamos las vacaciones a la vuelta de la esquina y  solo deseábamos que llegara nuestro momento para coger las maletas cargarlas en el coche y hacer kilómetros hasta nuestro destino. Habíamos alquilado una habitación en un pueblecito cerca de la costa. Cuando llegamos a nuestro destino nos tiramos en nuestra cama de matrimonio y nos sentimos como niños tras haber terminado su año escolar. Niños adultos, porque nada más llegar no pudimos evitar mancillar cada rincón de nuestra habitación con nuestro deseo de amarnos. Nos fuimos a cenar por ahí y cansados del viaje tras una copa de disaronno volvimos a la habitación para dormir satisfechos con la promesa de un día de playa al día siguiente que no olvidaríamos fácilmente. 

Nos levantamos muy temprano, la idea era aprovechar todo el día para vivir la playa al máximo. Cargamos el coche con todos los útiles playeros; comida, sendos libros, la música seleccionada y preparada para que cantáramos todo el camino a pleno pulmón y nuestra ilusión. Había oído cosas muy buenas de aquella playa, la gente la recomendaba, lo que no esperábamos en absoluto era lo que nos encontramos, resultó una playa nudista. Estaba muy bien, la marea era buena, el viento no molestaba y no estaba colapsada de gente. Te miré con una sonrisa y dije -Libres domingos y domingas bieeeeen - y me eché a reír tontamente. Yo siempre suelo llevar un pantalón muy hippy que compré en los Caños, no llevo nada debajo y voy cómodo y desnudo así que cuando llegamos a nuestro destino y clavé la sombrilla tiré de su cuerdecita y me quedé completamente desnudo. Te miré con ojo crítico y te dije -Quítatelo todo cari, no me seas de tu pueblo, que se te va a quedar el chochete blanco como la teti de una monja- Tiré del lazo del bikini y te desnudé en un gesto rápido. Nos sentamos en la toalla y de espaldas a ti te abracé y te besé tomé el bote de crema y comencé a acariciar tu piel extendiéndola, deteniéndome intencionadamente en las partes que más me gustan de ti, notando como te ponía nerviosa mi despreocupación al acariciarte tan provocadoramente -Bien protegida mi vida, no quiero que te quemes jijiji 

Luego me tumbé yo bocarriba y sin necesidad de que me untaras crema ya podías proteger bien cierta zona de mi que saludaba endurecida y dispuesta para el juego. Tus manos recorrieron todo mi cuerpo a veces haciéndome cosquillas que me hacían enloquecer y otras arañando mi piel provocando que me mordiera el labio. Cuando llegaste a mi polla comenzaste a untar crema de una forma tan sutil que parecía que no parecía que me masturbaras, y que sin embargo me hacía gemir mirándote con deseo de tumbarte y follarte allí mismo sin importante las parejas diseminadas a nuestro alrededor. Sin embargo como siempre conseguías hacerme rabiar, te separaste de mi besando mi nariz y diciéndome entre risas -Ya está... que estamos dando el espectáculo cari, vamos al aguita, si eres capaz de levantarte como estás claro.


Ni corto ni perezoso me levanté y a la vista de quien quisiera ver mi cuerpo excitado te seguí con la mirada fija solo en tus sinuosas curvas que solo deseaba apretar y acariciar. El camino hasta zambullirnos en el agua fue duro, se notaba la diferencia de temperatura y salpicarnos agua solo hacía que nos encogiéramos maldiciendo a diestro y siniestro nuestras ocurrencias. Una vez logramos entrar nos dejamos llevar por la marea flotando relajados, me acerqué a ti que estabas bocabajo y acerté a darte una sonora y picante palmada en tu sobresaliente culete, cuando emergiste te sostuve entre mis brazos inclinando tu cabeza para besarte, me rodeaste con tus piernas cogiéndome del pelo de esa forma que tanto me gusta, luchando en una marea creciente de excitación por imponernos. Sentir mi polla endurecida contra tu culito no hacía sino que deseara tirar de tu cuerpo hacia abajo para entrar en ti y sentirme unido en aquel excitante y placentero abrazo, pero me contuve, te torturé mordiendo tu cuello, acariciando tu coñito y tus pechos para terminar perdiendo por la necesidad -Salgamos... busquemos un rincón... entre las dunas, lejos de las miradas... necesito follarte, azotarte, deseo llenarte de mi cari... Salgamos - repetí y caminé contigo abrazada a mi hasta que posaste tus pies en tierra, saliendo tan excitado o más de lo que entre en el agua mientras te movías delante mía haciendo que me mordiera el labio de deseo.

Tomamos las toallas y nos alejamos tras las dunas al pie de una de estas entre los pinos y arbustos como escondidos en nuestro pequeño paraíso, con el rumor de las olas a nuestras espaldas y nada más que naturaleza a nuestro alrededor. Nos tumbamos sobre la toalla y yaciendo de lado te penetré con el espacio suficiente para azotar tu culo mientras movía mis caderas haciéndote sentir toda mi virilidad llenándote húmeda y excitada. Mis manos recorrían tu cuerpo, se entrelazaban con las tuyas y te guiaron hasta tu clítoris para acariciarlo juntos mientras nos movíamos. Después de un rato de movimientos lentos y pausados que no hacían sino encendernos más, saliste de mi y apoyaste tus manos en mi pecho para sentarte sobre mi y cogerme de las muñecas agachando tu cuerpo arqueado para besarme y morderme, dominante y fatal para mi, rozando tu húmedo coñito contra mi endurecida polla torturándome a la entrada de tu deseoso sexo haciéndome notarte para clavartela de una sola vez y cabalgarme a tu ritmo completamente enfebrecida por el deseo. Mi rostro era un poema, estaba hipnotizado, mis gemidos se escapaban de mi boca sin yo darme cuenta, perdido en tu expresión de lujuria tan agresiva como morbosa, y me sentí tuyo, notando como me apretabas dentro de ti, llenando aquel claro de tus gemidos con tu pelo flotando a mi alrededor acariciando mi piel, y tus pechos balanceándose, hasta que en un momento dado te echaste hacia atrás clavando tus uñas en mi piel y noté como te corrías, sumando mi orgasmo al tuyo ante aquel festival de contracciones que terminaron haciéndome estallar de placer. El silencio tras la tormenta nos devolvió a un mar en calma, con su rumor arrullándonos, sobre mi pecho donde amas estar, abrazada a mi sin dejar de notarme en tu interior mientras las olas retrocedían lentamente en nuestro primer día de playa que solo acababa de comenzar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario